(X) FREUD Y EL PSICOANÁLISIS
1. Vida y obras
Sigismund
Schlomo Freud nació en Freiberg
(en Moravia, que entonces formaba parte del Imperio austro-húngaro, actualmente
rebautizada como Príbor, en la República Checa), en 1856. De ascendencia judía,
aunque su educación fue arreligiosa. Cuando tenía tres años su familia se
traslada a Viena. En esa ciudad
estudia medicina, doctorándose en 1881. Por estas fechas comienza a firmar con
el nombre de Sigmund, por el que
será conocido.
Se
dedicó al estudio de la anatomía
cerebral y las enfermedades
nerviosas. Solo o en colaboración con otros médicos y psicólogos, fue desarrollando
una nueva concepción de la mente humana en la que adquieren una gran importancia
los elementos de tipo inconsciente.
En 1908 funda la Sociedad psicoanalítica de Viena. Tras la anexión
de Austria por la Alemania nazi (en 1938), fue declarado enemigo del Tercer Reich y sus libros quemados
públicamente. Temiendo por su vida y la de su familia huyó a Inglaterra y se
instaló en Londres, donde falleció
en 1939.
Entre
sus obras cabe mencionar: (1) Escritos sobre la histeria, de 1885. Elaborada
en colaboración con Josef Breuer. (2) La interpretación de los sueños, de 1900. Es el primer intento de
llevar a cabo un estudio científico de los sueños. (3) Psicopatología
de la vida cotidiana, de 1901. (4)
Tres ensayos para una teoría sexual, de 1905. (5) El chiste y su relación con el inconsciente,
de 1905. (6) Actos
obsesivos y prácticas religiosas, de 1907. (7) Cinco lecciones sobre
el psicoanálisis, de 1910. (8) Tótem y tabú, de 1913. (9) Introducción
del narcisismo, de 1914. (10) Introducción al psicoanálisis,
de 1917. (11) Más allá del principio de placer, de 1920. (12) El yo y el ello, de 1923. (13) El porvenir
de una ilusión, de 1927. (14)
El malestar en la cultura, de
1930.
2. La mente como un sistema complejo y
dinámico
La pretensión inicial de Freud es encontrar
un tratamiento adecuado para aquel tipo de enfermedades que podemos
calificar en general de «nerviosas».
Para curar tales enfermedades
es necesario comprender su origen y naturaleza, y, con esa intención, Freud
desarrollará una novedosa teoría de la mente
(que acabará desbordando el campo de la psicología para convertirse en una
auténtica antropología filosófica).
Freud
centra sus estudios en los comportamientos patológicos de tipo neurótico (histerias, fobias, psicopatías,
etc.). Pero acabará descubriendo que muchos fenómenos mentales no patológicos,
como los sueños, los lapsus linguae, los olvidos reiterados, etc.,
pueden ser explicados a partir de similares causas.
El
intento de explicar todos estos fenómenos llevará a Freud a descubrir que:
(1)
La que tradicionalmente se entendía por mente, o conciencia, humana no es una
entidad unitaria, sino una estructura compleja, compuesta de varias instancias
o subestructuras que entran en conflicto entre sí. Estas subestructuras son:
el ello, el yo y el superyó.
(2)
Existen procesos mentales que operan sobre la conducta del individuo pero que
este no conoce (son inconscientes),
y, por lo tanto, no puede controlar.
(3)
La existencia de la sociedad, la cultura y la religión, son indisociables del
desarrollo de la psique humana.
El
estudio de la mente es llevado a cabo desde tres perspectivas: (1) Una
perspectiva económica: trata de la
energía a disposición de la mente y las transformaciones que sufre esa energía.
(2) Una perspectiva topológica:
trata de los «lugares o estructuras que componen la mente». (3) Una perspectiva
dinámica: trata de los conflictos y deseos
o defensas instintivos.
3.
Presupuestos generales del sistema freudiano
(1) Dualismo
metodológico. Freud critica
el dualismo de tipo cartesiano, frente al cual defiende la tesis de que los
procesos mentales tienen su asiento en los procesos de tipo físico-químico
del cerebro. Ahora bien, Freud reconoce que para una considerable cantidad
de procesos mentales no se han descubierto sus causas orgánicas. Por
ello se ve obligado a poner entre paréntesis su monismo y acabará defendiendo
una separación metodológica (es decir, a efectos de análisis)
entre lo mental y lo físico.
Una
vez establecida esta separación metodológica Freud explica la actividad
mental como un proceso dinámico fruto de la interacción entre tres estructuras:
el «ello», el «yo» y el «superyó», cuyo
motor es una forma básica de energía a la que denomina «libido».
(Podríamos
decir que su filosofía de la mente se acerca a lo que hoy se suele denominar emergentismo:
la mente es un producto del cerebro que, sin embargo, funciona como un
conjunto dinámico de estructuras complejas cuya actividad no puede ser reducida
a procesos fisio-químicos).
(2) Determinismo. Otro de los presupuestos de la
psicología freudiana es que todo efecto (de tipo psicológico) es
producido necesariamente por una causa y que toda causa producirá un
efecto. Esto es, no existe el azar en el comportamiento humano. Todo, incluso
las actividades más insignificantes como los sueños, los lapsus, los olvidos,
etc., tiene una causa.
(3) Equilibrio
energético. Un tercer presupuesto
de la psicología freudiana es el de que existe una forma de energía
específica de la mente, que funciona con las características de cualquier otro
tipo de energía (calorífica, eléctrica, mecánica, etc.). Es decir, puede
transformarse, acumularse, bloquearse, disiparse, descargarse, etc., pero no
puede aniquilarse sin más. Cuando la energía mental se adhiere a una
idea u objeto este queda cargado de energía, o, dicho de otro modo,
queda fuertemente vinculado a tensiones emocionales. (En términos de Freud
queda catectizado. La catexis es el proceso por el que las ideas u
objetos se cargan de energía mental).
El
organismo de los individuos tiende a permanecer en un estado de equilibrio
energético (a esta tendencia le denomina Freud «principio de
constancia»). Este estado
de equilibrio se rompe cuando es sometido a estímulos (sean externos o internos).
Pero en virtud del mencionado principio, el individuo tiende a retornar al
estado de equilibrio anterior, por lo que se produce una descarga de energía.
Esta descarga de energía y la consecución del estado de equilibrio es vivida
como placer.
A
las fuerzas que impelen al organismo a descargar la energía que provoca
tensión las llama Freud pulsiones (en alemán trieb, también traducida a veces por instinto). Pero junto a las
pulsiones o «fuerzas liberadoras»
de las tensiones, Freud encuentra unas «contrafuerzas» o «fuerzas represoras». Son aquellas fuerzas (normalmente
originadas fuera del individuo, pero que pueden interiorizarse bajo la forma de
moral, miedos, tabúes, etc.) que tienden a impedir la descarga de energía.
4.
El descubrimiento del inconsciente
&1
Recordemos
que, ya desde Aristóteles, se vino definiendo al hombre como animal racional. El racionalismo
europeo de los siglos XVII y XVIII llevó más lejos aún esa concepción del
ser humano, proponiendo como ideal de humanidad el control absoluto de las pasiones,
el sometimiento de estas a la racionalidad (de modo que incluso lo de «animal»
parecería sobrar). La lectura psicológica de esto es que todos los fenómenos
mentales son fenómenos conscientes
(es decir, controlables, racionalizables).
Pues
bien, Freud (siguiendo propuestas ya avanzadas por ciertos pensadores «irracionalistas»
como Nietzsche) sostiene que una gran parte de nuestra vida anímica es inconsciente,
y por ello irracional, incontrolable. Los sueños, amnesias, la capacidad
de sugestión hipnótica, o algunos tipos de neurosis, son ejemplos de fenómenos
para cuya explicación es necesario recurrir a elementos subconscientes.
&2
El
punto de partida de Freud es el estudio de los procesos hipnóticos y su aplicación
a la cura de trastornos mentales. Jean-Martin
Charcot (un neurólogo
francés con el que estuvo trabajando), consiguió demostrar que determinadas
manifestaciones histéricas podían ser curadas mediante la sugestión hipnótica.
Más
tarde, una serie de experimentos realizados por Hippolyte Bernheim (otro
neurólogo francés), convencieron a Freud de que hay procesos en la mente del
individuo de los que este no tiene noticia.
Básicamente
los experimentos de Bernheim se reducían a lo siguiente: se hipnotizaba a un
individuo y se le hacían vivir una serie de experiencias. Luego se le despertaba
ordenándole previamente que olvidara lo sucedido. El individuo ya despierto
no conseguía recordar nada. Entonces Bernheim le ordenaba que recordase
las experiencias vividas en estado de hipnosis y el individuo recuperaba,
milagrosamente, la memoria. La única explicación que Freud encuentra para
este fenómeno es la de que existen procesos mentales que permanecen
desconocidos para el individuo y que, sin embargo, determinan el
comportamiento de este.
Finalmente,
en 1895, Freud y Joseph Breuer (médico y psicólogo austríaco), en colaboración,
dieron cuenta de un método para curar las neurosis, que presuponía,
ya, la existencia del inconsciente:
se partía de que la neurosis surge como consecuencia de que el individuo
reprime ciertos problemas emocionales obligándoles a replegarse hacia el
inconsciente. De este modo el individuo se libra, aparentemente, de sus conflictos
emocionales; pero estos le provocan, sin embargo, una acumulación de energía
mental, de tensión, que es la causa de sus síntomas neuróticos. Pues bien,
el método propuesto por Freud y Breuer (denominado catarsis) consistía
en ayudar al paciente, mediante hipnosis, a recuperar sus conflictos
emocionales, haciéndose consciente de ellos, con lo que se produce una liberación
de esa energía reprimida y la desaparición de los síntomas neuróticos.
&3
Con
el tiempo Freud llegó al convencimiento de que la hipnosis no siempre es eficaz
para la cura de trastornos histéricos.
Por
ello desarrolla una técnica novedosa para hacer aflorar los recuerdos inconscientes
de tipo traumático: se hace hablar al enfermo a partir de ciertas ideas que le
son sugeridas (lo que algunos han denominado «curación por la palabra»). El
analista debe estar atento para descubrir cuando el paciente queda bloqueado
en sus manifestaciones, o no puede recordar cosas, las confunde, o intenta
engañar al propio médico. Todas estas actitudes serían manifestaciones de que
cierto tipo de recuerdos se resisten a salir a la luz. Esto quiere decir que
en el sujeto está operando algún tipo de defensa inconsciente; esto
es, que están operando mecanismos represores que intentan bloquear
la liberación de la tensión. Es ahí donde el analista tiene que centrarse para
descubrir el origen del problema. Pues, cuando las tensiones no pueden aflorar
libremente lo hacen de forma derivada, buscando acciones sustitutivas, en forma
de obsesiones, fobias, ideas fijas, etc.
A
procedimiento para enfrentarse con los trastornos de tipo neurótico se denominó
psicoanálisis. El psicoanálisis
nació, pues, como una «técnica terapéutica», pero Freud acabó dándole otros
usos hasta hacer de él, además, un método para descubrir los procesos
inconscientes y una teoría sobre la estructura y el funcionamiento de la mente.
5.
Primera tópica de la mente: consciente, preconsciente, inconsciente
La tópica (de topos = lugar) trata
de los lugares (sistemas, instancias) que constituyen el aparato
psíquico. Freud desarrolla dos «teorías de los lugares» distintas, conocidas como «primera tópica» y «segunda tópica». Según
la primera tópica existen tres lugares en la mente, que denomina
«inconsciente», «preconsciente» y «consciente». Según la segunda
tópica existen tres subestructuras mentales que denomina «ello», «yo», y «superyó»,
en las cuales hay elementos inconscientes, preconscientes o conscientes.
La
primera topología de la mente fue desarrollada tras sus estudios sobre la hipnosis
y el método catártico. Esta topología tiene por objeto describir la
estructura de la mente partiendo de que esta está constituida por diversas zonas
cada una de las cuales constituye a su vez una estructura (un sistema) con
sus propia leyes de funcionamiento. Estas zonas son:
(1) El
inconsciente: es la parte de la
mente no accesible al individuo en condiciones normales (se puede acceder a
ella por hipnosis o tras sufrir un shock). Es el lugar de los deseos,
las fantasías, de todo lo que es instintivo. Estos deseos, fantasías, etc.,
que constituyen la materia del inconsciente están fuertemente cargados de
energía la cual puede desplazarse (es decir, pasar de un contenido a
otro) o condensarse (es decir, concentrarse en un solo contenido la
energía emocional proveniente de varios).
El
inconsciente no funciona con los esquemas de la lógica consciente. No rigen
allí las coordenadas espacio-temporales, ni el principio de no contradicción.
Cuando
un niño nace todo en él es inconsciente. Pero las sensaciones que recibe del exterior
(frío, hambre, ruido, etc.) van dejando huellas en su memoria. Con el tiempo
aprende a manejar algunos de estos recuerdos, con lo que, de las capas
superiores del inconsciente emerge el preconsciente.
(2) El
preconsciente: está constituido por
aquellos contenidos no conocidos de forma inmediata pero que pueden ser
recordados con un pequeño esfuerzo. En el preconsciente es donde se almacenan,
por lo general, los datos memorizados
(solo las experiencias que suscitan un fuerte rechazo son reprimidas
y quedan en el inconsciente). Estos contenidos se almacenan en el preconsciente
vinculados al lenguaje verbal del
individuo.
Entre
el inconsciente y el preconsciente se sitúa una barrera defensiva o censura,
que impide el paso de los contenidos inconscientes al preconsciente. Ahora
bien, estos contenidos pueden burlar esta barrera disfrazándose. Esto acontece
con frecuencia en los sueños.
(3) El
consciente: está constituido por los
contenidos que son directamente accesibles al individuo. Básicamente
por percepciones (externas e internas)
y procesos reflexivos.
6.
La economía mental: las pulsiones
&1
Los instintos
o pulsiones surgen como consecuencia de los estímulos recibidos por
el organismo. Tienen, pues, un origen fisio-químico, pero suscitan demandas
de la mente, por lo que pueden ser considerados como un límite entre lo
físico y lo mental.
En
las pulsiones se puede distinguir su origen, objeto y fin.
(1) El
origen o fuente es la excitación de algún elemento del organismo. En el
caso de los instintos sexuales las fuentes son las llamadas zonas erógenas.
(2)
El fin es eliminar la excitación
producida. En virtud del principio de constancia el individuo tiende
a eliminar toda excitación que produzca un desequilibrio energético.
Ahora
bien, las pulsiones (a diferencia de los instintos de naturaleza puramente
biológica) son flexibles (especialmente las pulsiones sexuales). Es decir,
producida una tensión no lleva consigo, de modo automático, una descarga
de esa tensión. La pulsión puede ser, por ejemplo, inhibida en su fin.
Esto quiere decir, que las pulsiones pueden ser suprimidas a nivel
consciente antes de llegar a realizar su meta.
(3)
El objeto es el medio a través del
cual se satisfacen las pulsiones.
Tanto
los fines como el objeto pueden ser modificados (sobre todo en las pulsiones
sexuales). Un caso especial de esto es la sublimación. La sublimación
consiste en que las pulsiones cambien su fin y su objeto por otros que puedan
ser aceptados socialmente (por ejemplo, se puede encauzar el deseo sexual
hacia la actividad artística).
Además,
dada la flexibilidad de las pulsiones, distintos objetos pueden satisfacer un
mismo fin.
&2
En
un primero momento Freud consideró que la economía de la mente está gobernada
por dos tipos de instintos: los instintos sexuales y los instintos de
autoconservación.
Los
instintos sexuales están regidos por el principio de placer, que podemos
definir como la tendencia a buscar el placer y evitar el dolor. Digamos que
el interés máximo de los instintos sexuales es la obtención del placer, pero, a
veces, esto acarrea, a la larga, dolor. Los instintos sexuales se ven, pues,
obligados, en numerosas ocasiones, a posponer la satisfacción para evitar un
dolor futuro. Esta tendencia que nos lleva a renunciar al placer y a
comprometernos con la realidad surge como consecuencia de otro tipo de instintos
básicos: los instintos de autoconservación, los cuales se rigen por el principio
de realidad.
Según
esta primera clasificación freudiana de los instintos, los instintos sexuales
y los instintos de autoconservación tienen intereses antagónicos entre sí y
se delimitan mutuamente.
&2
Los
estudios de Freud le llevaron a la conclusión de que la libido puede investirse
en el yo. Así es como se origina el narcisismo (término que retoma
Freud de la mitología griega para designar a este fenómeno). El narcisismo es
la forma primaria en que se manifiesta la afectividad en el niño, pero puede
adquirir caracteres patológicos en el adulto.
Pues
bien, el estudio del narcisismo llevó a Freud a la conclusión de que los instintos
del yo (también llamados de autoconservación) y los instintos sexuales, no
son dos tipos distintos de instintos. Los instintos del yo o autoconservación
son el modo que adquiere la libido (la energía mental a disposición de los
instintos sexuales) cuando se invierte en la propia persona.
Reunidos
los dos tipos de instintos Freud los designó con el nombre de eros. Eros es la suma de las fuerzas
instintivas cuyo objeto es la consecución del placer, impidiendo al mismo
tiempo, la autodestrucción.
&3
El
descubrimiento y estudio del sadismo
y el masoquismo (formas patológicas
de la afectividad en donde se siente placer infligiendo o recibiendo dolor)
llevó a Freud a replantearse su clasificación de los instintos una vez más.
Estos fenómenos parecen contradecir la concepción freudiana de la libido, pues
no podían ser explicados como una manifestación del eros, y, más aún, parecían contradictorios con él.
Para
explicar tales fenómenos recordemos que todo organismo tiende a mantenerse en
un estado de equilibrio energético. En consecuencia, dado que la vida
supone un aumento del grado de excitación sobre la materia inorgánica,
Freud supuso que hay una tendencia a aniquilar la vida y a regresar al
estado inorgánico. Freud llamó a esta tendencia o instinto thanatos (en griego muerte). La
existencia de este instinto o pulsión explicaría además todo lo que en el
hombre hay de violento, autodestructivo, las guerras, etc.
Después
de esto Freud considera que hay dos tipos de instintos básicos que rigen toda
la actividad mental: eros y thanatos.
7.
El desarrollo de la libido y la adquisición de los rasgos de carácter
&1
Según
la teoría psicoanalítica el desarrollo sexual no comienza en la pubertad, como
era creencia común hasta entonces. Por el contrario, Freud, en colaboración
con su discípulo Karl Abraham, dedica especial atención a la
sexualidad infantil. El niño pasa por una serie de fases de desarrollo de su
libido cuya maduración dará origen a la sexualidad heterosexual normal.
Freud explica esta importancia de la sexualidad infantil con una frase muy
ilustrativa «sexualmente el niño es padre del hombre».
La
no maduración y superación de estas fases dará origen a las perversiones sexuales, es decir, a
manifestaciones inadecuados de la sexualidad en los adultos. Esta
no maduración y superación adecuadas puede deberse a dos motivos: fijaciones
y regresiones. La maduración de estas fases de la sexualidad tiene
importancia además en el desarrollo del carácter del individuo. La fijación
en una fase supone, frecuentemente, adquirir un rasgo de carácter vinculado a
esa fase.
La
libido también puede desplazarse. Si se frustra un componente de la
sexualidad, puede satisfacerse con otro. Un modo de dominar la frustración que tiene un
especial interés es la sublimación.
&2
La
primera fase de desarrollo de la libido es la fase oral. Es una fase que se desarrolla inmediatamente tras
el nacimiento (que supone, según Freud, una experiencia traumática, pues
rompe violentamente con la vida tranquila y equilibrada en el útero). Tras
el nacimiento el aparato mental del niño se encuentra con estímulos
inasimilables. Por ello tiende a restablecer el equilibrio energético huyendo
de la realidad, durmiendo.
Las
primeras sensaciones de placer le llegan al niño vinculadas a su instinto de
chupar para alimentarse. La zona erógena por excelencia en el primer año de su
vida es la boca. Y el primer objeto de su deseo es el pecho materno.
Puesto que es la primera actividad que produce placer, chupar se convierte
en el prototipo «de toda satisfacción posterior».
A
instancias de Karl Abraham, Freud distingue dos subfases dentro de la fase
oral: las llamadas fase oral pasiva (propia de los primeros meses de
vida), y la fase oral agresiva (que surge tras la dentición y cuando el
niño toma conciencia de que el objeto de placer -el seno materno- no siempre
está a su alcance, con lo que manifiesta su frustración mordiendo, y
estableciendo una relación agresiva con el mundo.
Los
individuos en los que predomina el carácter oral tienden a ser egoístas y
narcisistas, también tienden a desarrollar el placer por la buena mesa, y a
ser grandes fumadores y conversadores. Cuando predomina el carácter oral
pasivo tienden a ser muy dependientes de los demás. Cuando predomina el
carácter oral agresivo tienden a ser sarcásticos y pesimistas, y a mantener
una relación canibalesca (deseo de incorporarlos) con los objetos que ama (en
caso de patología extrema puede dar origen a auténticas acciones de canibalismo).
&3
Entre
los dos y tres años se desarrolla la fase
anal. El ano se convierte en la
zona erótica por excelencia, y las heces en su objeto. En esta fase el
niño encuentra placer en la secreción o retención de las heces.
Frente
a la fase oral donde el erotismo se vive como un deseo de incorporar el objeto
amado, ahora el objeto se torna algo independiente. El deseo de incorporación
es sustituido por la preocupación por el objeto (las heces); en esta preocupación
tienen su origen los sentimientos de ternura.
En
esta fase hace su aparición la intervención del mundo adulto, que violenta
la tendencia natural del niño con normas acerca del adiestramiento del esfínter.
También,
otra vez a instancias de Abraham, se dividió esta fase en dos subfases: la anal expulsiva (en la cual la
gratificación se encuentra en la expulsión de las heces); y la anal retentiva (también denominada sádico-anal,
en la cual la gratificación se halla en la retención de las heces).
Los
individuos en los que predomina un carácter anal tienden a ser mezquinos y ordenados.
Cuando predomina el carácter anal-expulsivo tienden a adquirir como rasgo
la parsimonia. Cuando predomina el carácter anal-retentivo tienden a
ser obstinados.
&4
A la
fase anal sigue la fase uretral. En
esta fase la obtención de placer se centra en los órganos genitales, por lo que es una fase introductoria a la fase
fálica. El placer aparece vinculado a la micción o a la retención de la orina.
En
un cierto porcentaje de casos aparecen en esta fase problemas de enuresis (incapacidad
para controlar la retención de orina), acompañada de castigos paternos. Esto
provoca sentimientos fuertes de vergüenza, lo que genera posteriormente
personalidades movidas por el deseo de no ser avergonzadas jamás y envidiosas
de todo el que haya tenido éxito en la vida.
&5
Tras
la fase uretral se desarrolla la fase
genital. Esta fase consta de tres periodos o subfases:
(1) Alrededor
de los cuatro años se entra en el periodo
fálico. Los genitales siguen siendo el órgano erótico por excelencia,
pero ahora el placer adquiere caracteres propiamente sexuales: se obtiene a
través de las caricias de los genitales (masturbación).
El
proceso más importante que tiene lugar en esta fase es el denominado complejo
de Edipo (denominación que tomó Freud de la tradición griega representada
en la tragedia de Edipo Rey). Consiste en lo siguiente: en el niño
aparece un deseo inconsciente de poseer sexualmente a su madre. La madre aparece
ante el niño simultáneamente como madre y mujer de modo indiferenciado.
(Este tipo de deseos se trasluce a veces en expresiones del niño tales como
«cuando sea mayor me voy a casar con mi mamá», etc.). Este deseo de la madre va
acompañado de odio hacia el padre, en quien ve a un rival. La superación del
complejo de Edipo lleva al niño a la identificación
con el padre, que se convierte en ideal a imitar.
(En
algunas obras Freud explica la superación del complejo de Edipo así: el deseo
de la madre genera en el niño sentimientos
de culpa, motivados porque al mismo tiempo que el niño odia a su padre se
identifica con él y lo admira. Los sentimientos de culpa se hacen más
fuertes cuando, con frecuencia, el niño es amenazado si se le encuentra tocándose.
La amenaza suele ser interiorizada como amenaza de castración. Estos
sentimientos de culpa acabarán haciéndole renunciar a la madre como su
objeto erótico, y al mismo tiempo a la identificación
con el padre).
Las
niñas también desarrollan su peculiar complejo de Edipo (al que posteriormente
se ha denominado complejo de Electra). Aunque en el caso de las niñas
no hay un momento de miedo a la castración, sino una fase de envidia del
pene. Esta se desarrolla cuando la niña descubre que algunas personas no
son como ella, por lo que en su imaginación surge la idea de que tuvo un pene
pero lo perdió. La superación del complejo de Electra pasa porque la niña
acabe identificándose con la madre, y asuma su papel de mujer queriendo
tener un bebé (que según Freud, sería un sustituto del pene).
Los
rasgos típicos del carácter fálico son la ostentación, agresividad, narcisismo
y vanidad. En el caso de las niñas la fijación en la etapa de envidia del
pene puede generar dos tipos de actitudes, o una tendencia a ser humilladas por
los hombres, o una tendencia agresiva hacia los hombres vinculada al deseo
de humillarles.
(2) Entre
los seis y los doce años se desarrolla un periodo
de latencia. En este periodo ya se han reprimido los deseos
incestuosos (se inhiben en su fin), siendo sustituidos por un amor
desexualizado. Desaparece toda forma de manifestación sexual, y se asimila
su rol sexual identificándose con los padres y niños del mismo sexo. Se produce
el aprendizaje social y el pleno desarrollo de la conciencia. La interiorización
de la ley de los padres da origen al superyó.
(3) La
pubertad: sobre los doce años se produce
el desarrollo maduro de la sexualidad. Los genitales se convierten en la
zona erógena por excelencia (aunque no necesariamente la única). Si el desarrollo
ha sido normal se desarrollará una sexualidad cuyo fin es el coito
heterosexual.
El
carácter genital es el propio de la madurez sexual.
&6
Muchas
de las concepciones de la sexualidad expuestas anteriormente que aparecen en la
obra de Freud han sido posteriormente cuestionadas (incluso por psicólogos que
se mueven en la órbita del psicoanálisis). Entre estas: (1) Considerar que la
única forma de sexualidad normal es la sexualidad heterosexual orientada al
coito. (2) La preeminencia que parece darle a la sexualidad masculina sobre la
femenina, sobre todo a la hora de analizar el complejo de Edipo y el complejo
de Electra, especialmente con la introducción del concepto de envidia del pene.
(En favor de de las tesis de Freud se ha dicho que la sobrevaloración de los
genitales masculinos frente a los femeninos -manifiesta en el propio concepto
de «envidia del pene»- es un hecho real motivado por la propia situación social
de la mujer de su época).
8.
Segunda topología de la mente: ello, yo, y superyó
&1
Años
más tarde del desarrollo de la primera teoría de los lugares de la mente, en la
que esta aparecía escindida en tres estructuras -inconsciente, preconsciente
y consciente-, Freud desarrolló una nueva topología de la mente que no se
limita a sustituir a la primera sino que la completa volviendo más compleja.
En esta segunda topología la mente aparece escindida en tres estructuras, «ello», «yo» y «superyó», cuyos
contenidos pueden ser inconscientes, preconscientes o conscientes.
El ello es la parte más interior, más
primitiva, de la mente. Está constituida por todos aquellos elementos innatos (es decir, que son hereditarios
y nacen ya con el niño), y los elementos reprimidos
por la conciencia. El ello es energía mental en estado puro (toda la energía
mental procede del ello, que es puro deseo que se rige única y exclusivamente
por el principio de placer, sin consideraciones de tipo moral y sin prestar
atención al principio de conservación ni a la leyes de la lógica).
El
ello es todo él inconsciente, aunque puede aflorar a la conciencia a través de
los sueños, los lapsus linguae, los olvidos reiterados, etc.
Cuando
el niño nace no posee más que ello, las otras dos estructuras mentales, el yo
y el superyó, se formarán posteriormente.
&2
El yo surge como consecuencia de todas las
tensiones y excitaciones provocadas en el niño por los estímulos exteriores.
Estas excitaciones y tensiones provocan la aparición de una conciencia primaria (un yo arcaico
en palabras de Freud), totalmente volcada sobre sí misma (narcisista) pero que sirve como puente de enlace entre las puras
apetencias del ello y la realidad externa.
Una
vez solucionadas las tensiones el niño vuelve a dormirse (regresa a la placidez
de la inconsciencia) hasta que nuevos estímulos (hambre, sed, frío) le
obligan a volverse hacia el mundo exterior.
Paulatinamente
el niño va abandonando este estado de narcisismo absoluto en el que vive centrado
únicamente en sí mismo para colocar el centro de su atención en el mundo externo,
que se le revela ahora como todopoderoso (la fase en la que el mundo de los
padres parece poderlo todo). Esta presencia cada vez mayor del mundo externo
le va obligando a desarrollar plenamente su yo, que se encargará de las
funciones de autoconservación. Es
decir, es el yo el encargado de tener presente al mundo externo (de proteger
al individuo de sus amenazas y problemas, y de adaptar sus deseos a ese mundo).
Por eso la ley por la que se rige el yo es el «principio de realidad».
Del
yo dependen también el lenguaje, el razonamiento, el control motor y de las tensiones
internas.
Freud
sostiene que en el yo hay una parte inconsciente y una parte preconsciente.
Una función importante desarrollada por las partes inconscientes y
preconscientes del yo son los mecanismos de defensa, que son formas patológicas
por las que el yo se defiende de las demandas del ello o de las presiones
insoportables del superyó. Entre estos:
(1) Represión: consiste
en que el yo se libra de un conflicto entre los deseos del ello y su sentimiento
de culpa por tener estos deseos, reprimiéndolos; esto es, enviándolos hacia el
inconsciente y haciendo como si ya hubieran desaparecido. No obstante estos
deseos reprimidos se mantienen en el inconsciente y pueden aflorar a
través de sueños o lapsus. En casos extremos pueden crear tensiones neuróticas.
(2) Proyección: consiste en achacar a otro individuo
o incluso a un objeto inanimado un deseo nuestro pero que resulta inadmisible
para nuestra conciencia. En las paranoias y las fobias opera este mecanismo.
(Por ejemplo: supongamos que un individuo odia a su madre. Pero su educación
y valores morales -superyó- le fuerzan a considerar que tal cosa es terrible,
por lo que se ve como un miserable. Para superar la presión que ejerce el
superyó sobre el yo se autoconvence de que es su madre quien le odia a él).
(3) Racionalización: consiste en urdir una explicación
racional para autojustificarse, ocultando los verdaderos motivos de nuestro
comportamiento, de modo que el yo pueda salvar su autoestima. Un ejemplo
claro de racionalización empleada como mecanismo de defensa aparece en la
conocida fábula de la zorra y las uvas atribuida a Esopo: tras numerosos
intentos frustrados de alcanzar un hermoso racimo de uvas la zorra desiste con
un comentario desdeñoso: «¡bah, están verdes!».
(4) Fijación:
se produce cuando la sexualidad se detiene en su desarrollo en una fase del
proceso antes de llegar a la manifestación madura normal.
(5) Regresión: se produce cuando en un
estadio de desarrollo de la libido se vuelve a actitudes ya superadas. Ello
puede ser motivado por una frustración.
(6) Negación: consiste en negarse a ver (es decir,
en hacer como si no existiera) aquello que resulta desagradable a la
conciencia. En casos extremos la negación de la realidad puede llevar a una
desconexión entre el individuo y aquella que provoque estados psicóticos.
&3
El superyó surge como consecuencia de la
interiorización de las normas que le vienen impuestas desde afuera. Se
desarrolla fundamentalmente en la fase
fálica, durante el complejo de Edipo.
Ya sea por el miedo a la castración en el niño, o el miedo a perder el amor
de su madre en la niña, ya sea por otros motivos, los deseos incestuosos son
abandonados, al mismo tiempo que se interiorizan una serie de prohibiciones.
Los padres aparecen, entonces, como arquetipo de toda autoridad y de toda
ley, cuya interiorización genera la conciencia
moral. El superyó castiga las infracciones del yo haciéndole sentirse
culpable o deprimido.
Aunque
el superyó no funciona solamente como una instancia castigadora sino que
tiene también un componente que Freud denomina «yo ideal». Este nace de la admiración hacia la
figura paterna o materna que se convierten en modelos para el yo, cuyo comportamiento
se trata de imitar.
9. El
origen de la religión, las instituciones sociales y la cultura
&1
En Tótem
y tabú Freud explica el origen de la religión y, simultáneamente, de las
instituciones sociales a partir de la antigua organización totémica de la
sociedad.
En
casi todos los pueblos primitivos se ha encontrado una institución
cuyas características son sorprendentemente similares por muy alejados que se
hallen entre sí (los mismos rasgos aparecen en las tribus asiáticas,
africanas, americanas, o de Oceanía): el totemismo.
Un tótem es una especie de símbolo
de un clan. El tótem puede ser una especie animal, vegetal, o incluso una
piedra. En todas las tribus en las que rige un sistema totémico hay una serie
de características comunes: todos los pertenecientes al mismo tótem se consideran
hermanos entre sí (en cualquier caso hijos de un antepasado común). Está
prohibido matar al animal totémico, salvo en casos excepcionales en los que
se le mata siguiendo un ritual. Está prohibido tener relaciones sexuales
con otro miembro perteneciente al mismo clan totémico (lo que sería considerado
como un incesto y castigado). En muchas tribus es costumbre que se sacrifique
un animal totémico de modo ritual en un día fijo del año, luego se consume su
carne entre todo el clan, lo que suele ir acompañado de una fiesta.
Muchos
antropólogos y sociólogos, antes y después de Freud, han intentado explicar el
origen de la religión y de las instituciones sociales, al menos algunas de
ellas, a partir del totemismo, así como el origen del mismo sistema totémico
común a tribus tan diversas. Freud también lo hace pero aplicando criterios
extraídos de su concepción del psicoanálisis.
&2
Freud
(siguiendo una tesis aventurada por Darwin) supone que el hombre primitivo
vivía organizado en hordas a cuyo
frente estaría un macho dominante
que las gobernaba de un modo tiránico. Este macho se reservaría todas las
hembras impidiendo la satisfacción sexual de los machos jóvenes y castigando
cualquier infracción de esta norma con la castración.
En
algún momento de la prehistoria los machos jóvenes, hijos del macho dominante,
unieron sus fuerzas contra el tirano y lo asesinaron. Esto les dejaría vía
libre hacia las hembras. Pero esta vía se ve truncada ya sea por el propio
sentimiento de culpa (que les fuerza a respetar los deseos del padre después
de muerto este); ya sea porque todos los hijos intentan ocupar el papel del
padre, lo que daría origen a peleas entre estos. En cualquier caso, los hijos
acabaron estableciendo algún tipo de acuerdo por el que renunciaban a las
hembras de la familia (madres y hermanas). En esta renuncia a las hembras de
la familia estaría el origen del horror
al incesto que aparece explícito en todos los sistemas totémicos; así
como el origen de una organización social más compleja, donde el acuerdo democrático
entre los hijos sustituye a la tiranía del padre.
Pero
el poder del padre muerto se manifiesta de otras formas más sutiles. Su asesinato
generaría fuertes y ambivalentes sentimientos de culpa y de satisfacción. La
superación de esos sentimientos solo se consigue por su proyección en un
tótem. El tótem pasa a ser el símbolo del padre muerto (Freud sostiene, que
incluso hoy, sobre todo entre cierto tipo de neuróticos, es frecuente la
asociación de un animal a los padres). Al proyectar sus sentimientos acerca
del padre en el tótem se hace como si aquel estuviera vivo (puesto que el tótem
lo está); y, al mismo tiempo, la prohibición de matar al animal tótem les
descarga de sus sentimientos de culpabilidad por su muerte efectiva.
Igualmente la muerte del tótem y la comida ritual celebrada cada cierto tiempo
vienen motivadas por la necesidad de los hermanos de renovar su alianza, y por
la necesidad de dejar paso al otro sentimiento asociado a la muerte del
padre: la satisfacción (de ahí la fiesta que acompaña a la comunión).
&3
Con
el tiempo el sistema totémico dejó paso a los sistemas religiosos, en los que el tótem es sustituido por un dios, que es identificado igualmente
con el padre. De hecho en muchas religiones se encuentran elementos propios
del sistema totémico, tales como la comunión ritual a través de la ingestión
de un animal o algo que simbolice al tótem-dios. La muerte cada cierto
tiempo del dios-padre, etc.
Un
problema que se le plantea a Freud es el de explicar cómo se produce la trasmisión
de los sentimientos vinculados a la muerte del padre y a la alianza entre
los hijos a las generaciones que no han participado de estos hechos. Freud baraja
varias explicaciones: (1) Puede deberse al funcionamiento de alguna especie
de alma colectiva. (2) Puede ser que los sentimientos de odio al padre y la alianza
frente a él formen parte de la propia vida psicológica de los individuos,
sin necesidad de que el asesinato ritual haya tenido que producirse
efectivamente.
&4
La cultura se puede explicar en gran parte
como consecuencia de la represión de los deseos sexuales. Esta represión es
inevitable, pues de lo contrario la absoluta libertad del individuo a merced
de sus deseos llevaría a la destrucción de la sociedad. Como consecuencia,
la creación de un mundo cultural tiene un precio a pagar: las neurosis,
angustias y malestar que esta produce de modo inevitable.
10. Freud en la historia del pensamiento
Jung, Adler,
Lacan, Escuela de Frankfurt, surrealismo. Calificado como «maestro de la
sospecha», junto a Marx y Nietzsche.
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Editorial, S. A. Madrid, 1997.
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Sigmund: Tótem y tabú. Alianza
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Benjamin B.: Teorías y sistemas
contemporáneos en psicología. Ediciones Martínez Roca, S. A. Barcelona,
1981.
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