jueves, 27 de diciembre de 2018

(VII) EL PENSAMIENTO

1. ¿Qué significa pensar?
Todo el mundo parece tener claro «que piensa» y «en qué» piensa; e incluso «con qué» piensa. Pero definir en qué consiste pensar no es tarea fácil, y aclarar con qué pensamos tampoco. De entrada, habría que diferenciar el problema filosófico de qué significa pensar, del análisis psicológico de la facultad de pensar. (Claro que, ¿cómo podemos decidir que hay una facultad de pensar sí no conocemos previamente qué es lo que hace tal facultad?).
Para hacernos una idea del problema filosófico de qué significa pensar vamos a traer aquí dos citas célebres. La primera cita es del filósofo alemán Martin Heidegger, extraída de su obra ¿Qué significa pensar?, y que dice así: «[...] la ciencia, por su parte, no piensa, ni puede pensar, y esto para su bien, que significa aquí para la seguridad de su marcha prefijada». La otra cita es del filósofo español Gustavo Bueno, que repite en numerosos lugares, y dice así: «Pensar es pensar contra alguien».
La cita de Heidegger nos indica que pensar, en sentido estricto, no es seguir ciertos procedimientos codificados lógico-matemáticos, sino abrir una nueva experiencia del mundo. La ciencia se mueve dentro de una determinada experiencia del mundo que no se cuestiona, y, por eso, según la interpretación heideggeriana, no piensa. Por su parte, la cita de Bueno nos dice que solo podemos pensar desde donde estamos (lo que implica que estamos en algún sitio) y confrontándonos con lo que nos sale al paso.
Quizá cabría decir que Heidegger y Bueno se refieren a modalidades distintas del pensamiento. Establecer una experiencia nueva del mundo es algo que acontece muy pocas veces en la historia de la humanidad. Pensar, en ese sentido radical, es un acontecimiento sobre el que la inmensa mayoría de los individuos particulares tenemos muy poco control. (Porque los individuos particulares nos constituimos como tales dentro de una determinada experiencia del mundo). Bueno usa el término con un sentido menos radical, pero aun así, bastante restringido. Pues exige, para que algo sea calificado de pensamiento, que el que piensa no acepte sin más lo que se le ofrece, sino que lo cuestione, que lo confronte con sus propias ideas.
Pero la experiencia cotidiana de lo que es pensar, expresada en el lenguaje común, es menos exigente (y quizás por ello más abarcante). En el día a día usamos la palabra pensar en expresiones tales como «Rebeca piensa estudiar ADE», «Pienso que, al final, la liga va a ser cosa de dos, como siempre», «Piensa mal y acertarás», «Estoy pensado cómo voy a hacer para pagar la hipoteca», «Desde que la vi no dejo de pensar en ella», «Hay que pensar las cosas antes de hacerlas», etc.
A partir de este uso habitual del término, podríamos definir el pensamiento como la representación mental de alguna cosa o situación y/o el establecimiento de relaciones entre esas representaciones mentales.
Esa representación mental puede tener objetivos muy variados: recrearnos en la evocación de una situación agradable, evadirnos de la realidad, encontrar soluciones posibles a un problema con la intención de aplicarlas luego en la realidad, clasificar y organizar la experiencia para orientarnos mejor en nuestras decisiones, etc.
(No obstante, a juicio de algunos, esta identificación del pensamiento con una cierta actividad mental sigue siendo restrictiva. Pues se podría hablar de un tipo de pensamiento que no va asociado, no directamente al menos, a representaciones mentales. Así, cuando he aprendido a escribir en un teclado mi cuerpo actúa de una manera inconsciente, llevando los dedos de mi mano a la tecla correspondiente, sin que pueda decir que detrás de esta actividad hay una representación mental. De modo parecido se comporta el bailarín que ejecuta unos pasos con la mente «en blanco». Se podría, por lo tanto, decir que estas actividades son posibles porque el cuerpo «piensa» por su cuenta, sin «representación» mental detrás». De momento dejaremos este problema en el aire).
Centremos pues, en ese tipo de pensamiento que hemos vinculado a ciertas representaciones mentales. Y ahora se nos plantean otra serie de problemas: ¿En qué consisten esas representaciones mentales? ¿Cómo se forman? ¿Qué es esa mente en la que se dan tales representaciones?

2. Haciendo historia: la naturaleza del pensamiento en la tradición filosófica
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 Introducción
Decir que el pensamiento se constituye a partir de ciertas representaciones mentales tiene dos importantes implicaciones filosóficas: (1) Que existe algo a lo que llamamos «mente». (2) Que esa mente tiene la capacidad de «representar» algo.
El problema de la naturaleza de la mente es casi tan viejo como la reflexión filosófica. Si bien entonces no se hablaba de mente, sino de alma, o de entendimiento.
Representar significa ir en lugar de otra cosa no presente, hacer presente lo ausente. Representar algo en la mente significa que la mente maneja o produce signos o imágenes que van en lugar de las cosas.
Pensar consistirá, entonces, en manejar o producir tales signos, símbolos o imágenes, y establecer ciertas relaciones entre ellos (combinaciones, comparaciones, conexiones causales, etc.).
Pero ¿qué es la mente? ¿En qué consisten y cómo se forman esas imágenes o signos con los que opera la mente?

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Platón: nous y noesis
Ya hemos visto, en la Unidad 1, que la psicología comenzó siendo una rama de la filosofía, aquella que trata del alma. Y el primer filósofo en el que aparece una reflexión clara acerca del alma es Platón.
Platón es también, el primer filósofo que diferencia entre la capacidad de sentir o percibir y la de pensar. Y, en consonancia, diferencia entre los órganos encargados de sentir y percibir, que serían los sentidos, y el órgano encargado de pensar o razonar, que sería el nous (= entendimiento, inteligencia). El nous reside en el alma, constituye la función superior del alma.
A través de los sentidos captamos el mundo físico (el mundo sensible, en la terminología platónica) que nos rodea, constituido de entidades singulares y cambiantes. A través del nous captamos, en una noesis (= intuición), las esencias de las cosas, las ideas, que son universales, inmutables y eternas. A modo de ejemplo, a través de los sentidos capto un determinado acto, que puede ser calificado de justo. A través del nous capto la idea de justicia. (Y es esa captación la que me permite calificar un acto de justo, en la medida en que reproduce la idea de justicia).

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Aristóteles: pensar las formas separadas de la materia
Aristóteles, discípulo de Platón, sostiene también que pensar es una actividad que realiza el alma. Si bien, Aristóteles llama alma a lo que da forma o estructura al cuerpo de los seres vivos. De modo que el alma es algo del cuerpo e inseparable de él.
Según Aristóteles, el mundo físico está compuesto de sustancias (= cosas), con sus accidentes (cualidades, propiedades, relaciones, etc.).
A su vez las sustancias están compuesta de materia primera y forma sustancial.
La materia primera es la materia de la que está compuesta la totalidad del mundo físico. La forma sustancial es el principio que ordena u organiza la materia y la hace ser una cosa concreta (un abeto, un caballo, una libélula, una col, etc.). La forma sustancial es común a cada especie (es lo que hace la especie), por lo que es universal. Existe la forma sustancial «caballo», «perro», «abeto», etc.
A su vez, tales cosas concretas (tales sustancias) poseen ciertos accidentes (son grandes, pequeñas, verdes, trotando, etc.) que son producidos por las formas accidentales.
Pues bien, para Aristóteles percibir consiste en la capacidad que posee el alma animal y humana de extraer la forma accidental de las cosas y reproducirla en sí misma separada de tales cosas. Y para Aristóteles pensar consiste en algo así como la capacidad que posee el entendimiento, que reside en el alma humana, de reproducir en sí la forma sustancial de las cosas separada de su materia.
Al proceso por el que el entendimiento piensa tales formas sustanciales separadas de su materia se le conocerá posteriormente como abstracción. Y a tales formas sustanciales separadas de la materia se les denominará posteriormente conceptos.
Claro que el pensamiento no termina con la formación de tales conceptos, sino que estos son aplicados de nuevo a las cosas, formando así juicios, o conectando tales conceptos según ciertas reglas, formando así silogismos o razonamientos.
Así, tras la formación del concepto de «abeto», lo aplico a la sustancia que tengo delante de mí y formo el juicio «Esto es un abeto», o «Los abetos son árboles». O conectando términos de distintos juicios siguiendo ciertas reglas puedo construir razonamientos del tipo: Si «Todos los abetos son árboles», y «Todos los árboles son altos», entonces «Todos los abetos son altos».

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La escolásticas medieval: aprehensión, juicio y razonamiento
La escolástica medieval recibe una fuerte influencia de Aristóteles. De hecho, el más grande pensador escolástico es Tomás de Aquino, cuyo sistema filosófico surge del intento de interpretar el sistema aristotélico en clave cristiana.
Es frecuente que la escolástica medieval diferencie entre tres tipos de actividades del entendimiento: la aprehensión, el juicio y el razonamiento.
La aprehensión es el proceso por el que el entendimiento capta un universal, una esencia. Este proceso lo explican de modo similar a Aristóteles. Y de modo similar a Aristóteles explican la formación del juicio y el razonamiento.

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Ockham: intuiciones sensibles y nombres
En el siglo XIV Guillermo de Ockham niega que existan ningún tipo de realidades universales fuera de la mente humana. No existen la «ideas» platónicas ni las formas sustanciales de Aristóteles y la escolástica medieval.
Sin embargo Ockham acepta que para razonar necesitamos de términos universales, de conceptos. ¿De dónde salen entonces tales conceptos? ¿Cómo se forman?
Ockham sostiene que solo podemos conocer cosas singulares, individuos, y que a tales individuos los conocemos en una intuición empírica, en una experiencia (que, como tal, será siempre singular). Pe­ro conforme ese conocimien­to de los indivi­duos se vuelve confuso surgen las nociones que pue­den en­glo­bar a varios individuos.
Así, la noción de //hombre// sur­­ge cuando conocemos a los individuos de modo lo suficientemente confuso co­mo para que pue­da tratarse de cualquier hombre. (Por ejemplo, conocemos de mo­do perfecto, claro, a Pedro, y a Juan, pero si el cono­ci­mien­to de estos indi­vi­­duos se vuelve suficiente confuso no dis­tin­guiremos a Pedro de Juan ‑aun­que sí a am­bos de un perro‑, y entonces hablamos de «hom­bres»).
¿Y cómo surgen tales nociones, tales conceptos?
Los conceptos (//hombre//, //perro//, etc.) surgen, según Ockham, de modo espontáneo en el alma ante la presencia de las cosas. El concepto es un signo elaborado espontáneamente por el alma ante la presencia de las cosas.
El concepto es, por ello, un signo natural (del mismo modo que el humo es un signo natural del fuego, o el gemido un signo natural del dolor). Como signo natural que es no se puede cambiar a voluntad.
Así, el concepto //cinco// significa naturalmente una cierta cantidad (que coincide, por ejemplo, con el número de dedos de una mano sana) y no puede ser cambiado a voluntad, aunque sí las palabras habladas o escritas que empleamos para representar a los conceptos.
De ese modo tenemos signos naturales (los conceptos), y signos convencionales (las palabras habladas y escritas).
Como ejemplo, tenemos el concepto //cinco//, que puede ser representado por la palabra hablada «cinco», que es convencional, pues otras lenguas emplean otras palabras (tales como «fünf», «five» o «cinque») para designar el mismo concepto.
Pero la palabra hablada castellana «cinco», puede ser expresada, a su vez, mediante el signo escrito cinco, o mediante 5, o V).
Para Ockham los universales son, por lo tanto, solamente nombres que damos a grupos de cosas. De ahí que la postura de Ockham sea conocida como nominalismo. (Para ser precisos, los universales no son ni siquiera nombres, porque todo nombre, escrito o hablado, es singular -es el conjunto de sonidos modulados por mi boca y mi garganta, o el conjunto de grafemas que trazo en un papel-, los universales son los significados de los nombres, los conceptos).

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Descartes: el fantasmas en la máquina
Descartes asume la concepción del mundo propia de la mecánica clásica, a la que el propio Descartes contribuye con aportaciones importantes. Según la mecánica clásica el mundo puede ser concebido como una máquina, hecha de piezas que mueven a otras piezas, dentro de un espacio tridimensional euclidiano.
El cuerpo humano, como parte del mundo físico, es también una máquina compleja, que se mueve a consecuencia del desplazamiento de corpúsculos diminutos (los espíritus animales) por el interior de los nervios.
Pero Descartes considera que hay ciertas capacidades humanas que no pueden explicarse en estos términos, tales como la capacidad de sentir, de imaginar o de generar conceptos. Por ello se ve obligado a postular que el ser humano es un compuesto de cuerpo (descrito como una máquina compleja), y alma, en la que residirán las capacidades indicadas. El alma, a diferencia del cuerpo, sería una sustancia inmaterial, y por ello, inextensa. El principal atributo del alma es su capacidad de pensar, por eso la denomina también sustancia pensante. Esa capacidad de pensar tiene en su base la capacidad de construir conceptos, al margen de toda experiencia. Pero el alma puede también imaginar, cuando «piensa» usando imágenes procedentes de los sentidos.
La influencia de Descartes se dejará sentir en la filosofía y la psicología posterior, y está en el origen del todo el dualismo antropológico moderno. (Contra Descartes se dirigirán preferentemente las críticas de todos aquellos que rechazan el dualismo antropológico. Por ejemplo, las críticas que el psicólogo y neurólogo António Damásio le dirige en El error de Descartes, cuyo título ya indica por dónde van los tiros).

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Hume: impresiones, ideas y leyes de asociación
El empirismo inglés nace cuestionando algunas de las tesis centrales de la filosofía cartesiana. La principal es que, según los empiristas, no puede haber pensamiento sin algo en lo que pensar, y ese algo tiene que proceder de la experiencia. Es decir, los datos con los que trabaja el entendimiento han de proceder de la experiencia.
El más importante filósofo empirista es David Hume. Hume sostiene que todo conocimiento comienza con las impresiones. Llama impresiones a los estímulos que recibimos de manera directa. Una impresión es, por lo tanto, el fruto de una presión que se realiza sobre nuestros sentidos. (Así, la luz reflejada sobre la superficie de mi mesa, que impacta con mi retina, me produce una  impresión de verde, de este matiz concreto de verde. El fuego cerca de mi piel me produce una impresión de calor. Un mal recuerdo me produce una impresión de angustia, etc.).
Cuando las impresiones han desaparecido -es decir, cuando han desaparecido los estímulos directos que recibían mis sentidos-, quedan huellas, en la memoria o en la imaginación, de esas impresiones. A esas huellas o recuerdos les denomina Hume ideas.
La ideas así formadas se pueden asociar entre sí formando ideas complejas. Esa asociación sigue unas reglas que Hume denomina leyes de asociación de ideas. Estas leyes de asociación de ideas son las siguientes: (1) Ley de contigüidad espacio-temporal: consiste en que la imaginación tiende a agrupar bajo una sola imagen al conjunto de impresiones o ideas que aparecen unidas en el espacio y el tiempo. (2) Ley de semejanza: esta ley lleva a la mente a asociar ideas semejantes. (3) Ley de causalidad: esta ley lleva a la mente a establecer ciertas conexiones entre objetos o sucesos, de modo tal que ante la presencia de un objeto o suceso (denominado causa), me adelanto a los acontecimientos y preveo la producción de otro objeto o suceso (denominado efecto).

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Wittgenstein: pensar y decir
Ya en el siglo XIX, y luego en el XX, se va imponiendo la idea de que el pensamiento es inseparable del lenguaje, de que el lenguaje determina el pensamiento. Esa idea aparece ya en la obra de Nietzsche, pero se desarrolla plenamente con la filosofía analítica. El representante más destacado de esta corriente es Ludwig Wittgenstein, cuyas aportaciones con respecto al tema que nos ocupa se pueden resumir así:
Para pensar utilizamos un lenguaje. El lenguaje es la suma de todas las proposiciones con sentido. Una proposición con sentido es una com­bi­na­ción de nombres con una estructura lógica. Por ejemplo: «Las "mesas" son "verdes"», «"María" es más alta que "Pedro"», «"Ottawa" es la capital de "Canadá"».
El mundo es la suma de todos los hechos simples, o estados de cosas. Un hecho simple o estado de cosas es una combinación de objetos sim­ples con una estructura ló­gica. Hechos simples son, por ejemplo, «que la mesa sea verde», «que María sea más alta que Pedro», etcétera.
Hay, por lo tanto, algo común al lenguaje y al mundo: la estructura lógica. Por eso el lenguaje pue­de representar el mundo, puede describir el mundo.
Pero si para pensar utilizamos el lenguaje y para describir el mundo utilizamos el lenguaje, los límites del lenguaje son los límites del pensamiento y del mundo. No podemos pensar más allá de lo que se pueda decir con sentido. Y tampoco podemos concebir una realidad que no pueda ser descrita con el lenguaje. No existe, por lo tanto, una forma de pensamiento o conocimiento que vaya más allá de lo que permite expresar el lenguaje.

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Recapitulando: el pensamiento en la historia de la filosofía
Este recorrido por la historia de la filosofía nos ha permitido familiarizarnos con una serie de conceptos o categorías que nos permiten pensar acerca del pensamiento. Vamos a sintetizar todas las aportaciones que hemos visto en una serie de puntos:
(1) Con Platón, diferenciamos entre sentir y pensar, entre tener sensaciones y manejar pensamientos, entre conocimiento sensorial y conocimiento racional.
(2) En consecuencia, diferenciamos entre los «órganos» a través de los cuales obtenemos sensaciones (sentidos) y aquellos a través de los cuales obtenemos pensamientos y con los que pensamos (el entendimiento).
(3) Platón nos aporta también que un elemento central para que haya pensamiento es la capacidad de pensar en términos universales (lo que luego llamaremos manejar conceptos), que es lo que diferencia el pensamiento humano de otras formas de pensamiento.
(4) Los conceptos constituyen el material con el que trabaja ese «órgano» del pensamiento que es el entendimiento.
(5) Los conceptos pueden ser «captados» a través de una intuición (Platón) obtenidos por abstracción (Aristóteles, escolástica), generados espontáneamente por el alma en presencia de las cosas (Ockham), construidos por el entendimiento (Descartes), etc.
(6) Pero no debemos olvidar que no solo pensamos empleando conceptos, sino también imágenes, y palabras (pues los conceptos se representan por palabras).
(7) Además, pensar significa algo más que captar o producir conceptos o imágenes, significa producir juicios y razonamientos. Y para construir juicios y razonamientos con sentido se necesitan ciertas reglas sintácticas y lógicas.
(8) De modo que, de momento, podemos concluir que el pensamiento trabaja con ciertas herramientas: imágenes, conceptos, palabras, reglas.
(9) Pero ¿quién usa esas herramientas? Dicho de otro modo, ¿qué o quién es lo que piensa? Las respuestas desde la historia de la filosofía suelen ser de dos tipos: el entendimiento y/o la imaginación. Pero entender o imaginar son funciones que realiza algo o alguien. ¿Qué o quién? La respuesta tradicional desde la filosofía en el mundo antiguo, medieval y buena parte del moderno era: el alma. Pero con el desarrollo de la ciencia moderna, de las filosofías materialistas, y de la psicología empírica la respuesta acabará siendo: el cerebro (o aun el cuerpo entero).
(10) En el mundo contemporáneo se hizo manifiesto también que pensar, al menos pensar del modo humano, es inseparable del uso del lenguaje. De modo que, si lo que piensa es el cerebro, es en la capacidad que tiene el cerebro humano de generar un lenguaje donde hay que buscar la esencia del pensamiento.

3. Pensamiento y lenguaje
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Introducción
Hemos concluido la recapitulación anterior afirmando que el pensamiento es inseparable del uso el lenguaje, lo que parece, a día de hoy, un descubrimiento indiscutible.
Vamos a tratar de explicar aquí cómo adquiere un hablante su propia len­gua. Hablamos, claro está, de la adquisición de la lengua natural materna. Con esto te­nemos ya planteado un problema. Si se trata de una lengua natural que­rrá decir que esta está escrita en la naturaleza humana en cierta forma. Es decir, que es asimilada de un modo instintivo. Pero si ha­blamos de su ad­qui­si­ción quiere decir que es algo aprendido.
Pues bien, ambas cosas son ciertas a medias. Por un lado hay una ten­den­cia instintiva en el hom­bre, una predisposición innata, a aprender una len­gua, cualquier lengua. Por otro lado, el medio lin­güís­tico en el que se desen­vuel­va el niño hará que se aprenda una u otra lengua en concreto.
Con respecto a esto hemos de aclarar que:
(1) Estos dos factores, tendencia instintiva y aprendizaje entran en funciona­miento cuando apren­de­mos la que será nuestra lengua ma­terna (que puede ser más de una). Una vez en posesión de nues­tra len­gua materna cualquier lengua que se aprenda posteriormente ya no seguirá este proceso, pues ya no en­trarán en funcionamiento los mecanismos instintivos sino solamente los del aprendizaje (del mis­mo mo­do que cuando aprendemos matemáticas, música, el código de circulación, etc.).
 (2) El proceso de adquisición de la lengua materna quizá pueda ser explicado por analogía con la im­pronta o troquelado ya vistos en el tema dedicado al aprendizaje: hay una tendencia instintiva al aprendizaje de una len­gua, y la exposición a una lengua de­ter­mina­da en el momento apropiado genera una determinada res­puesta de los módulos cerebrales encargados del lenguaje.
No obstante, y dado que el proceso por el que el niño adquiere su lengua ma­dre está todavía poco claro, existen varias teorías explicativas. De entre estas vamos a ver como explican este proceso tres teorías representa­tivas: la del psicólogo ruso Lev S. Vygotsky, el conductismo, y la del lingüista y especialista en ciencia cognitiva Noam Chomsky.

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Pensamiento y lenguaje según Vygotsky
● LA FORMACIÓN DE LOS CON­CEPTOS: Vygotsky sostiene que la adquisición de los conceptos se desarrolla a lo largo de un proceso paralelo al desarrollo del lenguaje. En este proce­so el niño pasa por una serie de fases:
(1) Una primera fase es la de lo que Vygotsky llama cúmulos organiza­dos. Un cúmulo organizado viene a ser un montón de cosas a las que el niño designa con un mismo término. Esta agrupación puede ser to­tal­men­te azarosa, o realizarse en función de que todos los objetos agrupados están en el mismo campo visual.
(2) La segunda fase es lo que Vygotsky llama pensamiento en complejos. En este caso el niño ya ha apren­­dido a agrupar los objetos en virtud de algo que tienen en común, pero ese elemento común es algo con­creto, no abstracto.
El pensamiento en complejos pasa por diver­sas subfases: (a) En un momento dado, los niños tienen a aso­ciar los objetos en virtud de que «participan en una misma operación práctica». Así, agrupa cosas tales como la cu­chara, el cuchillo, el tenedor y el plato. (A este tipo de complejos le llama Vygotsky colecciones). (b) En otro mo­mento del proceso el niño comienza a hacer asocia­ciones en virtud de algún atributo que va varian­do.  (A este tipo de complejos le llama Vygotsky comple­jos difusos).
(3) Una tercera fase de este desarrollo es lo que Vygotsky llama pseudo-conceptos. El pseudo-concep­to es una fase de transición entre el pensa­miento en complejos y el pensamiento en conceptos. Según Vygotsky la fase de pensamiento en pseudo-conceptos no se supera hasta la adolescencia. Muchos psicólogos van más lejos al sostener que muchos seres humanos no superan nunca la fase de pensamiento en pseudo-conceptos.
El pseudo-concepto resulta de la agrupación de una multitud de objetos en base a algo semejante en todos ellos. Por ello el uso de pseudo-conceptos se confunde con el de auténticos conceptos.
(4) Finalmente el concepto resulta de la agrupación de múltiples objetos en base a un atributo. Pero esta agrupación es abstracta, de modo que una vez en posesión de un concepto este puede ser usado al margen de las cosas  (para, por ejemplo, establecer relaciones con otros conceptos).
El concepto surge vinculado a dos operaciones mentales: (a) Proceso de aná­­lisis: a través del cual se descompone la percepción en sus rasgos. (b) Pro­­ceso de síntesis: en base al cual se unen percepciones a partir de los ras­gos comunes.
● PENSAR SIN LENGUAJE Y PENSAR USANDO UN LENGUAJE: según Vygotsky el lenguaje y el pensamiento se de­sa­rro­llarían independiente­mente uno de otro en sus inicios.
Así, sostiene Vygotsky, tanto en el niño pequeño como en los primates po­demos observar un pensamiento prác­tico, sin lenguaje. Igualmente existe un len­guaje que sirve para trasmitir emociones, no vinculado al pen­sa­miento. Sin em­bargo, en el caso del ser humano a partir de los dos años ambos confluyen en un pensa­mien­to verbal. A partir de entonces se puede pensar desvinculándose paulatinamente de las operaciones prác­ti­cas y concretas, y al mismo tiem­po el lenguaje puede referirse a situaciones objetivas desvincu­ladas de nues­tros estados emocionales. Dicho con palabras del propio Vygotsky (Lev S. Vygotsky: Pen­sa­mien­to y lenguaje, p.72. Editorial La Pléyade. Bue­nos Aires, 1992):
«Brevemente, podemos concluir que:
(1) En su desarrollo ontogenético, el pen­samiento y el lenguaje pro­vienen de dis­tintas raíces genéticas.
(2) En el desarrollo del habla del niño podemos establecer con cer­teza una etapa preintelectual, y en su de­sa­rrollo inte­lectual una eta­pa prelingüística.
(3) Hasta un cierto punto en el tiempo, los dos siguen líneas se­pa­radas, inde­pendientemente una de otra.
(4) En un momento determinado estas líneas, se encuentran, y en­tonces el pen­samiento se torna verbal y el lenguaje ra­cional».

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La adquisición del lenguaje según el modelo conductista
Los con­duc­tistas explican la adquisición de la lengua materna a partir de los mecanismos de apren­dizaje, fun­damen­talmente a partir de los me­ca­nis­mos del condicionamiento operante.
Desde su nacimiento el niño está expuesto a sonidos y actitudes de los adul­tos que le rodean. Cuan­do su organismo está suficiente desarrollado co­mien­za a producir sus propios sonidos que provocan res­puestas en los adul­tos. Estas respuestas refuerzan su tendencia a producir ciertos sonidos. Con el tiem­po acaba asociando ciertas voces y gestos con ciertas actitudes de un modo casi automático, se pue­de decir entonces que ha adquirido una habi­li­dad lingüística satisfactoria.
Sin embargo a partir de este planteamiento no se puede explicar:
 (1) Por qué hay un periodo crítico para aprender a hablar. (Este periodo crí­tico abarca desde los dos a los siete años, aproximadamente. Un niño que no haya asimilado una lengua materna en ese periodo de su vida es ya prác­ti­ca­mente imposible que llegue a hablar correctamente).
(2) Por qué se aprende de modo distinto la lengua materna (o lenguas ma­ternas) de una segunda lengua.
(3) Por qué el niño genera oraciones que no ha oído nunca, y que no ha sido reforzado para generar.
(4) Por qué incluso los errores de los niños que están aprendiendo una len­gua poseen cierta lógica.
Para intentar subsanar estos problemas se desarrolló la explicación ge­ne­ra­tivo-transformacional de Chomsky.

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La adquisición de la lengua materna según Chomsky
El lingüista americano Noam Chomsky desarrolló una explicación alternativa a la conductista sobre la adquisición de la lengua materna. Este modelo parte de postular la existencia de una estructura gra­ma­ti­cal común a todas las lenguas, los llamados universa­les lingüísticos. Tales uni­versales lingüísticos, o gramática universal, son innatos. Es decir, no apren­di­dos. Cualquier gramática de cualquier lengua tiene que respetar esta gra­má­tica universal. Esto quiere decir que esta gramática universal puede dar origen, por ciertos procesos de transformación a cualquier gramática posible.
Pues bien, el niño tiene una tendencia instintiva a hablar. Cuando se le ex­pone a una lengua natural (por ejemplo, el español) la mente del niño selec­cio­na de entre todas las estructuras gramaticales posibles, aquella que está de acuerdo con la información que está obteniendo a través de su experiencia. Los niños descubren así de un modo inconsciente la gramática de su propia len­gua (pese a que usualmente no reciben enseñanza alguna de tal gramática has­ta bastantes años más tarde). Esta es la razón por la que los niños apren­den a construir una cantidad potencialme­nte infinita de oraciones gramatical­men­te correctas a pesar de no haberlas oído nunca.
De su concepción del lenguaje saca Chomsky una serie de consecuencias: (1) Si hay unas estructuras básicas no aprendidas y comunes a todos los seres humanos, y puesto que el pensamiento se expresa mediante un lenguaje, entonces todos los hombres son básicamente iguales. (2) La capacidad inagotable que posee cualquier individuo de crear oraciones nuevas implica que la libertad creativa es una característica esencial de los seres humanos. La igualdad y la libertad se explicarían por la propia constitución de la mente humana.
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LA SINTAXIS DE LAS LENGUAS NATURALES
La lingüística moderna se ha planteado dos problemas básicos en relación al funcionamiento sintáctico de las lenguas naturales:
(1) Descubrir cómo ha de funcionar una gra­má­­tica para que pueda generar cualquier oración con sen­tido del lenguaje natural.
(2) Descubrir si hay algún tipo de estructura gra­ma­ti­cal común a todas las lenguas naturales. Es decir, descubrir si bajo la apa­ren­te diversidad de estructuras grama­ticales hay una estructura común.
Con respecto a la pri­mera pregunta se han descrito varios tipos de es­truc­turas gramaticales que pueden ser reducidos a tres básicos:
SISTEMA DE REESCRITURA SIN RESTRICCIONES (S.R.R.). Es un sis­tema que consta de: (1) Un diccionario de términos. (2) Una serie de reglas que le permiten escribir cualquier combinación de términos en cualquier orden.
-Un ejemplo de S.R.R., sería el siguiente:
 Elementos del sistema:
Diccionario D= {niña (nombre, fem., sig.), helados (nombre, mas. plural), era (verbo, 3ª pers. sig.), come (verbo, 3ª pers. sing.), la (determi­nante, femenino singular), un (determinante, mas., sin­gu­lar), rubia (adj., fem., sing.), que (cláusula de relativo)}
Reglas:
(1) Una vez escrito un término del diccionario puede añadírsele cualquier otro cualquier nú­mero de veces.
-Pues bien, tal sistema gramatical permitiría escribir oraciones como: «Niña la rubia era», «La niña come un que rubia», «La niña, que era rubia, come un helado», «Rubia, rubia, rubia, rubia, que, que, era, un», etc.
Es decir, permitiría escribir todas las oraciones admitidas por una lengua natural y otras muchas que no podrían ser admitidas por una lengua natural.
● GRAMÁTICA DE ESTADOS FINITOS (G.E.F.). Es un sistema que apli­­ca las reglas de una lengua, pero construye las oraciones de tal modo que, co­­mienza por una palabra, a continuación, aplica otra palabra que concuerde según las reglas con la anterior, luego otra que con­cuerde con la anterior, etc.
-Un ejemplo de G.E.F. sería el siguiente:
Elementos del sistema:
Diccionario: D (el señalado anteriormente)
Reglas:
(1) Una oración ha de comenzar por un determinante o un nombre.
(2) Una vez escrita una palabra del diccionario la siguiente ha de concordar con esta si­guien­do ciertas sub-reglas: (a) Si es un nom­bre puede seguirle un verbo o un adjetivo. (b) Si es un deter­mi­nan­te puede seguirle un adjetivo o un nombre. (c) En los casos en que sea per­tinente dos palabras se­gui­das han de concordar en género, número y persona. (n) Etc. (Para abreviar nos limitamos a escribir las re­glas más bá­sicas. Téngase en cuenta que lo único que nos interesa señalar aquí es que en este tipo de gramáticas la apli­cación de las reglas se hace linealmente, palabra a palabra).
-Pues bien, tal sistema gramatical permitiría escribir oraciones como: «La niña rubia come un helado», «La niña era rubia».
Pero no permitiría escribir oraciones como: «La niña, que era rubia, come un helado».
● GRAMÁTICA DE ESTRUCTURA SINTAGMÁTICA (G.E.S.). Se ca­rac­te­riza porque construye las oraciones aplicando las reglas de la lengua, pero to­mando como unidades a los sintagmas.
-Un ejemplo de G.E.S. sería el siguiente:
Elementos del sistema:
Diccionario: D (el señalado)
Reglas:
(1) Una oración consta de un sintagma nominal y un sintagma verbal [O®SN+SV].
(2) Un sintagma nominal se compone de un nombre que puede ir precedido de un de­ter­mi­nan­te y acompañado de uno o varios adjetivos [SN®(det)+N+(A)].
(3) Un sintagma verbal se compone de un verbo seguido de un sintagma nominal [SV®V+SN]
(4) Los elementos que componen un sintagma tienen que escribir­se a continuación unos de otros.
(5) Entre el sintagma nominal y el sintagma verbal puede insertarse otra oración precedida de una cláu­sula de relativo.
(6) (A estas se podrían  añadir una serie de reglas de con­cordancia de género, nú­mero y per­sona que no vamos a especificar aquí).
-Esta gramática nos permitiría construir oraciones tales como: «La niña rubia come un helado», «La niña, que come un helado, era rubia», «La niña, que era  rubia, come un helado», «La niña era rubia».
Una gramática de este tipo parece la más apropiada para describir cómo fun­­ciona de hecho la gra­má­tica de una lengua natural, no obstante también plan­­tea un problema: Que no tiene ca­pa­cidad dis­cri­mi­nato­ria semántica. Esto quie­re decir que cuando dos oraciones tienen la misma estructura sintáctica pero son semántica­mente distintas no puede distinguirlas. Y al revés, cuando dos ora­ciones significan lo mismo pero tienen distinta estructura sintáctica tam­poco tie­ne forma de señalarlo.
Así, por ejemplo (tomado de Principios de filosofía del lenguaje de José Hierro S. Pescador), las siguientes oraciones: (1) «Vi surcar el cielo un objeto brillante.» (2) «El objeto que vi surcar el cielo era bri­llan­te». Sig­nifican claramente lo mismo, pero sus estructuras sintácticas son totalmente diferentes.

LA GRAMÁTICA GENERATIVO TRANSFORMACIONAL (G.G.T.)
Para subsanar estos problemas Chomsky elaboró un nuevo modelo de gramática generativa: la llamada gramática generativo-trans­for­­macional.
La principal diferencia entre una G.G.T. y una G.E.S. radica en que la G.G.T. distingue entre lo que es la estructura su­perficial y la estructura pro­fun­da de una oración. Así, dos oraciones como «Vi surcar el cielo un objeto bri­llante» y «El objeto que vi surcar el cielo era bri­llante» tendrían, según la G.G.T., distinta estructura superficial, pero una misma es­tructura pro­funda.
Para pasar de la estructura profunda a la superficial la gramática debe con­tar con una serie de reglas denominadas reglas de transformación (que por ejemplo, nos permiten, en el caso del español, trans­for­­mar un modo subjuntivo en un modo indicativo, omitir sujetos, etc.).
De este modo, analizando la estructura profunda, podemos distinguir si dos oraciones apa­ren­te­men­te distintas significan o no lo mismo. Así, las dos oraciones mencionadas tendrían una misma estructura pro­fun­da que sería la siguiente:
ESTRUCTURA SUPERFICIAL
«Vi surcar el cielo un objeto brillante»       «El objeto que vi surcar el cielo era brillante»
­   ­   ­   ­    ­   ­   ­   ­   ­   ­    ­   ­   ­
REGLAS DE TRANSFORMACIÓN
­   ­   ­   ­    ­   ­   ­   ­   ­   ­    ­   ­   ­
      Yo vi un objeto             el objeto surcaba el cielo               el objeto era brillante
ESTRUCTURA PROFUNDA
La estructura profunda sería generada por una G.E.S.
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Bibliografía:
-Chomsky, Noam: Editorial Planeta-De Agostini, S. A. Barcelona, 1986.
-Hierro S. Pescador, José: Principios de Filosofía del Lenguaje. Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1984.
-Pinillos, José Luis: Principios de psicología. Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1985.
-Pinker, Steven: El instinto del lenguaje. Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1994.
-Vygotsky, Lev: Pensamiento y lenguaje. Editorial La Pléyade. Buenos Aires, 1992.

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