jueves, 27 de diciembre de 2018

I. HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA:
LA PSICOLOGÍA COMO CIENCIA

1. La psicología como disciplina filosófica

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Origen y significado del término psicología
El término «psicología» procede del griego ψυχή (psykhé), término que suele traducirse como «alma», y λóγος (logos), que suele traducirse como «razón», «discurso», «tratado», o «ciencia». En sus orígenes «psicología» viene a significar «tratado del alma» (o también, ciencia del alma, discurso acerca del alma, etc.).
En la Grecia arcaica con el término psikhé (alma) designaban a algo del hombre que permanece después de morir, y que baja al inframundo, a la morada de Hades. Este algo era concebido como una «sombra» del cuerpo, como una «imagen» o «figura» difusa de este. Pero acabará designando a aquella parte del ser humano en la que residirían sus facultades superiores (la capacidad de razonar, la voluntad libre), concebida a veces como una sustancia inmaterial e inmortal.
La psicología comienza siendo un componente de la reflexión filosófica (como tratado acerca del alma), pero acabará adquiriendo el estatuto de ciencia ya en los albores del mundo contemporáneo (con una dimensión teórica: orientada al conocimiento de los fenómenos mentales y de la conducta; y una dimensión práctica: orientada al tratamiento y corrección de diverso tipo de trastornos mentales y conductuales).

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El alma en el pensamiento griego antiguo
En concepto de alma entró en el pensamiento filosófico con los pitagóricos.
Los pitagóricos defienden un dualismo antropológico según el cual el ser humano es un compuesto de dos tipos de realidades: cuerpo y alma.
El cuerpo es mortal y pertenece al mundo terrestre. El alma es inmortal, y pertenece al mundo celeste. El alma es, por lo tanto, del mismo linaje que los dioses. Cuando un cuerpo muere el alma se reencarnará en otro cuerpo. La aspiración del alma es volver al lugar al que pertenece, al mundo celeste. Para ello necesita pasar por un proceso de purificación, entendido como una limpieza, a través de la cual se desprende de todo lo que la mantiene atada al mundo terrestre.
Platón asumió el dualismo antropológico de los pitagóricos, pero defiende además una concepción tripartita del alma, según la cual esta consta de una parte racional (en la que reside la capacidad de conocimiento de lo universal), una parte volitiva o irascible (en la que reside la voluntad) y una parte apetitiva o concupiscible (en la que residen los deseos).
Aristóteles, frente a Platón, defiende una antropología monista: cuerpo y alma constituyen una única sustancia inseparable. El alma es, según Aristóteles, la forma sustancial de los seres vivos. Esto significa que el alma es el principio organizador de la materia de los seres vivos.
Aristóteles diferencia tres tipos de almas, que darán origen a tres tipos de seres vivos: vegetativas, sensitivas y racionales.
(1) Las almas vegetativas son propias de los vegetales, y dotan a estos de la capacidad de crecer, nutrirse y reproducirse.
(2) Las almas sensitivas son propias de los animales, y dotan a estos de las capacidades propias del alma vegetativa y además de la capacidad de obtener conocimiento sensitivo, de apetecer lo conocido y de desplazarse para conseguir lo apetecido.
(3) Las almas racionales son propias de los humanos, y dotan a estos de todas las capacidades del alma sensitiva y además de voluntad libre y capacidad de conocimiento racional.
Ya en el periodo helenístico transcurre la vida de Epicuro de Samos. Epicuro considera que la realidad está constituida a partir de un número ingente de partículas indivisibles (átomos). Los seres humanos están compuestos de cuerpo y alma. Pero ambos están hechos de átomos. La diferencia entre el cuerpo y el alma se debe al tipo de átomos que los constituyen: el alma está constituida por un tipo de átomos más sutiles (más delicados, finos, pequeños), que son los que posibilitan las sensaciones. Estos átomos se hallan extendidos por todo el cuer­po, atrapados en el cuerpo. Cuando el cuerpo se estropea, los átomos que configuran el alma se salen de él y se dispersan, de ese modo el individuo muere, y con él mueren cuerpo y alma.

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El alma en el mundo cristiano medieval
El primer gran filósofo cristiano -que determinará, en gran medida, la interpretación del mensaje evangélico en la Edad Media-, es Agustín de Hipona. Agustín, siguiendo una concepción platonizante, defiende una antropología dualista: el ser humano es un compuesto de cuerpo y alma.
El cuerpo es de naturaleza material, lo que implica que es corruptible y mortal.
El alma es de naturaleza espiritual y, por ello, inmortal, y está creada a imagen de Dios. En el alma reside la memoria, la inteligencia y la voluntad. De la voluntad depende la capacidad general de elegir, lo que se conoce como libre albedrío.
Pero el ser humano hace un uso perverso de esa capacidad de elegir, eligiendo lo inferior frente a lo superior, a lo sensible antes que a Dios. Y en esto consiste el pecado.
El pecado arrastra consigo un castigo, que consiste en la expulsión del hombre del lugar esencial que Dios le habría reservado. En esto consiste la caída. Frente a esa caída Dios ofrece a los hombres la posibilidad de salvación. Esta consiste en el rescate de los seres humanos para que puedan de nuevo contemplar a Dios. Para ello Dios da a los hombres fe, esperanza y caridad. La caridad es una forma de amor que consiste en amar a Dios ante todas las cosas y a los hombres en función de Dios. Consiste, por lo tanto, en una disposición de la voluntad que lleva a dispensar amor según la jerar­quía del ser.
El alma está, pues, destinada a la salvación: a la contemplación de Dios, en la que reside la felicidad.

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Cuerpo y alma en el mundo moderno
En el mundo moderno, tras la Revolución científica del Renacimiento, acabará triunfando una concepción mecanicista y determinista de la realidad física. Pero eso plantea el problema de cómo explicar ciertos fenómenos que no pueden ser descritos en términos mecánicos: tales como la capacidad humana de generar conceptos, o el libre albedrío, por lo que se hace necesaria la existencia de un alma para explicarlos.
En su obra Antoniana Margarita, publicada en 1554, el médico español Gómez Pereira, natural de Medina del Campo, desarrolla la primera concepción mecanicista de la conducta animal. El cuerpo es un mecanismo, que responde ante determinados estímulos. Como mecanismo que es, carece de la capacidad de sentir y pensar, que solo pueden ser desarrolladas por un alma.
Casi un siglo más tarde, el filósofo francés René Descartes defenderá una concepción dualista del ser humano que reproduce en gran medida lo ya expuesto por Gómez Pereira. Según Descartes el ser humano es un compuesto de sustancia extensa y sustancia pensante.
El cuerpo es una sustancia extensa, un mecanismo, constituido de piezas que mueven a otras piezas por contacto. El alma es inextensa, y en ella residen las siguientes capacidades: (1) Sentir, cuando recibe de manera pasiva los datos provenientes del cuerpo a través de los sentidos. (2) Imaginar, cuando opera activamente con los datos provenientes del cuerpo, datos asociados a colores, olores, texturas, etc. (3) Conceptualizar, cuando opera por sí sola construyendo ideas. A estas ideas que el alma construye por sí misma, con independencia de los sentidos, le denomina Descartes ideas innatas.
El problema con el que se encuentra Descartes, y al que no da una solución satisfactoria, es el de cómo se produce la conexión entre alma (inextensa) y cuerpo (extenso), una vez que sostiene que este se mueve siempre por contacto. (La dificultad de explicar la conexión entre alma y cuerpo llevó a La Mettrie, otro filósofo francés, autor de una obra célebre titulada El hombre máquina, a sostener que no es necesaria la hipótesis del alma para explicar la capacidad de sentir y pensar. Tales cosas serían producto del cerebro humano).
Descartes inicia una corriente filosófica que tendrá mucha influencia en los siglos XVII y XVIII conocida como racionalismo. Como alternativa al racionalismo se desarrolló otra corriente filosófica en las Islas Británicas conocida como empirismo.
El primer gran filósofo empirista es John Locke. Locke comienza sosteniendo que todas nuestras ideas proceden de la experiencia: la mente al nacer es, dice, como una tabla en blanco -una tabula rasa- en la que no hay nada escrito. (Leibniz, un pensador racionalista posterior dirá que la mente al nacer no trae nada escrito excepto la mente misma, que no puede ser una tabla en blanco, pues en ese caso sería incapaz de producir nada, sino un órgano hecho para pensar).
Pero el filósofo empirista más destacado, aquel que lleva al empirismo a su culminación, es el filósofo escocés del siglo XVIII David Hume. De Hume proceden tres aportaciones en relación con el tema que nos ocupa: (1) Toda idea procede de una impresión. (2) Las ideas simples pueden dar origen a ideas compuestas siguiendo ciertas leyes de asociación. (3) No se puede demostrar que haya ninguna sustancia pensante o alma.

2. La psicología como ciencia

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La concepción moderna de la ciencia
En el Renacimiento y los inicios del mundo moderno se impone una nueva manera de entender la ciencia. Se produce, pues, lo que se suele denominar Revolución científica del Renacimiento.
Esta nueva manera de entender la ciencia se caracteriza por dos rasgos fundamentales: matematización y experimentación. Veamos en qué consisten:
(1) Se parte de que el mundo está escrito en caracteres matemáticos. Por eso, ante cualquier fenómeno aun no explicado los científicos se esfuerzan en proponer hipótesis matemáticas que lo describan. (Una hipótesis, como sabemos, es una explicación provisional de algo).
(2) Pero para verificar si una hipótesis matemática es válida, es la que describe correctamente ese fenómeno, hay que realizar experimentos. (Un experimento es una experiencia planificada de antemano para que nos responda a una pregunta. La pregunta viene a ser: ¿Describe correctamente la hipótesis X el fenómeno Y? O ¿encaja el fenómeno Y en la hipótesis X?). Si los experimentos confirman la hipótesis en cuestión esta pasa a convertirse en una ley o teoría.
La ciencia moderna nace también con unos objetivos, que podemos reducir a tres básicos: (1) Explicar los hechos o fenómenos: para lo cual se trata, como ya hemos visto, de descubrir la ley que los rige. (2) Predecir hechos futuros. (3) Manipular la realidad para ponerla a nuestro servicio (pues se entiende que la ciencia ha de tener un fin «práctico».
Pues bien, la ciencia psicológica nace bajo esta manera de concebir la ciencia. Por eso se entiende que la psicología ha hecho su aparición como ciencia en el momento en que redujo sus fenómenos a cuantificación y experimentación. Y tal cosa sucedió en el siglo XIX, a partir de la obra de Weber, Fechner, Helmholtz, pero sobre todo a partir de la obra de Wundt.
Aparece así una psicología que ya no es una rama de la filosofía especulativa, sino que tiene la pretensión de ser una ciencia experimental, como cualquier ciencia natural. (Aunque, ya lo veremos, la naturaleza de la psicología y del carácter científico de la psicología no dejará de plantear problemas. Además, la psicología como disciplina filosófica no desaparece del todo: primero sobrevive bajo la forma de psicología racional, y posteriormente como filosofía de la mente).
Y la psicología moderna acabará asumiendo también los objetivos de la ciencia ya señalados: (1) Describir los fenómenos objeto de estudio y tratamiento de la psicología: dado que determinar cuál es el campo de estudio de la psicología, es decir, qué es un fenómeno psicológico, es cuestionable, este punto se vuelve, ahora, relevante. (2) Explicar los fenómenos correspondientes a su campo. Aquí hay discrepancias entre las escuelas psicológicas, pues hay que decidir en primer lugar cuáles son los fenómenos de qué trata la psicología. En general suelen reducirse a dos tipos: (a) Los estados mentales. (b) La conducta. (3) Predecir hechos futuros. (4) Manipular la realidad: en este caso se trataría de modificar los estados mentales o la conducta (en especial si son estados mentales o conductas patológicos).

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El nacimiento de la psicología experimental
Podemos considerar predecesores de la psicología expe­ri­men­tal a Ernst Heinrich Weber (1795‑1888), Gustav Theodor Fechner (1801‑1877) y Hermann von Helmholtz (1821‑1894).
Las investigaciones de Weber le llevan a formular la ley que lleva su nombre (Ley de Weber), que puede ser formulada así: «En cualquier tipo de percepción la diferencia mínima perceptible es una fracción constante de la cantidad total de estimulación».
A         =          A1
a                     a1
Siendo A y A1 las cantidades de estimulación de que se parte; y a y a1 la diferencia mínima de estimulación que debe darse en cada caso para que sea percibida una variación.
Fechner reformuló la ley de Weber, que quedaría así: «La intensidad de la sensación de un estímulo en un sujeto varía directamente en función del logaritmo del estímulo».
S = K . log E
Siendo S el valor de la sensación experimentada por el sujeto, E el estímulo y K una constante.
Helmholtz consiguió medir la velocidad de trasmisión de los impulsos nerviosos, y realizó interesantes análisis de la psicofisiología de la visión y la audición.
 Pero, pese a las aportaciones de estos precursores, se suele tomar como fecha de inicio de la ciencia psicológica, la fundación en 1879 del primer Ins­ti­tu­to de psicología experimental, llevada cabo por Wilhelm Wundt (1832-1920).
Para Wundt la psicología es una ciencia empírica, que se diferencia de la física en que la psicología trata de los datos inmediatos (tal como se aparecen); trata, pues, de la experiencia inmediata. (Mientras que la física trata de la experiencia previa reducción a leyes universales). Y el método para acceder a esa experiencia inmediata es la introspección. (La introspección, término de origen latino que literalmente significa «mirar dentro», o «mirar en el interior», consiste en el procedimiento por el cual el individuo observa sus propios estados internos).
Otra aportación de Wundt es su postulado del carácter tridimensional de los senti­mientos (que ven­dría dado por los ejes: placer‑displacer, excitación‑inhibición, y tensión‑relajamiento).
No obstante, Wundt consideraba que ciertas manifestaciones más elevadas de la actividad humana no podían ser sometidas al estudio experimental.
Otras personalidades importantes en el desarro­llo de la psicología del siglo XIX son: los franceses Ribot (1839‑1916) y Bint (1857‑1911); los ingleses Gal­ton (1822‑1911) y Spearman (1863‑1945); y, so­bre todo, el estadounidense William James (1842‑1910).
En general podemos decir que la psicología ex­pe­rimental queda caracterizada por tres rasgos prin­ci­pales:
(1) Reduccionismo fisiológico: los procesos men­tales pueden explicarse a partir de los procesos fí­si­cos del cerebro. Además, algunos descubrimien­tos llevados a cabo en este siglo permitirán sostener que cada parte del cerebro realiza una función perfecta­men­te localiza­da y diferenciada.
(2) Asociacionismo: la mente es la asociación de una serie de estados de conciencia per­fec­ta­men­te localizados cada uno en su zona cerebral.
(3) Mensurabilidad: los estados de conciencia va­rían cuantitativamente, por lo que esta variación pue­de ser medida (por ejemplo: se podría medir el au­mento de placer o dolor en términos cuan­tita­ti­vos).

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El debate sobre la naturaleza de la ciencia psicológica: Dilthey
Recordemos que la ciencia moderna nace vinculada a la matematización y la experimentación; lo que trae consigo, también, una determinada concepción del entendimiento (de la conciencia humana). El entendimiento pasa a ser la capacidad humana de conceptualizar, de crear conceptos matemáticos.
Pero Wilhelm Dilthey (filósofo alemán, 1833-1911) rechaza esta concepción de la ciencia y de la conciencia. Tal modo de entender la ciencia es válido, dice, para las ciencias de la naturaleza, que tratan de explicar los fenómenos naturales, reduciéndolos a fórmulas matemáticas.
Pero los fenómenos desarrollados por los seres humanos, los fenómenos históricos o psicológicos, no pueden entenderse reduciéndolos a datos cuantitativos, matematizándolos. Tales fenómenos, por ser desarrollados por seres pensantes (por humanos) tienen una finalidad, un sentido, que hay que comprender.
Y para comprender tales fenómenos no podemos echar mano de un entendimiento abstracto (que es igual a cualquier otro), y que genera conceptos matemáticos, sino de la conciencia viva, concreta, que se enfrenta con esos fenómenos. Esos fenómenos, a su vez, no son fenómenos reproducibles en un experimento, sino experiencias inmediatas, vivencias.
Por eso Dilthey diferencia entre las ciencias de la naturaleza, que se valen de la matematización y la experimentación, y las ciencias del espíritu (entre las que estaría la psicología) que tratan de fenómenos inmediatos, irrepetibles, que solo pueden ser experimentados directamente, por una conciencia inmediata, por una conciencia viva. Frente a la psicología experimental del siglo XIX Dilthey defiende una psicología descriptiva, o comprensiva, que parta de la conciencia inmediata, concreta, y de las vivencias de esa conciencia.

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La Escuela de la Forma (Gestalt)
Esta escuela introduce novedades en la explicación de la percepción. Desde la corriente empirista inglesa (Locke, Hume, la psicología experimental) se parte de algo así como átomos sensoriales (unidades sensoriales de color, olor, textura, etc.), los cuales, asociados, dan origen a las percepciones complejas. También se parte de que el sujeto es pasivo, se limita a recibir sensaciones.
 Frente a esto, la psicología de la forma desarrollada a partir de 1911 por la Escuela de Berlín (y que tiene como antecedentes a Christian von Ehrenfels, la Escuela de Graz y la de Würrzburgo) sostiene que:
(1) No percibimos aisladamente las sen­saciones, sino formando un todo, que es distinto de la mera suma de sus partes. Es decir, se perci­ben estructuras, formas. (Así, una melodía solo pue­de percibirse como tal, en su integridad; las notas ais­ladas no constituyen melodía sino en tanto en­tran en de­ter­minadas relaciones componiendo un todo estructurado. O, un ejemplo más inmediato, no captamos una serie de colores, texturas, olores y a partir de ahí construimos la imagen de un árbol, sino que percibimos al árbol, como un todo, y solo después podemos descomponerlo en sensaciones variadas).
(2) El individuo es activo, pro­ductivo, y no meramente pasivo, a la hora de per­cibir. Los elementos con los que el individuo con­tribuye a priori a la percepción son las leyes de la forma (que vienen a ser una versión psicológica mo­derna del inna­tismo; las veremos más adelante).

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El conductismo y la reflexología
El conductismo debe su origen a John Broadus Watson (1878-1958), el cual pretendía hacer de la psicolo­gía una cien­cia que pudiese desenvolverse con el mis­mo grado de rigor que las ciencias de la natura­le­za.
Para ello, según Watson, debían descartarse de la psicología todos los datos no observables (de ti­po in­tros­pectivo, las sen­saciones, etc.). La psicolo­gía debe limitarse al análisis de aquello que sí puede ser observado y descrito objetivamente: la conducta huma­na (de ahí el nombre de esta co­rriente).
La conduc­ta se manifiesta como una serie de respuestas, las cua­les hay que explicar a partir de sus causas: los es­tí­mulos. Toda conducta es, pues, reductible a una rela­ción estí­mulo-respuesta (E-R) que es el objeto de estudio de la psicología.
Al desarrollo del conductismo también colabo­ró la reflexología del psicólogo ruso Iván Pétrovich Páv­lov (1848-1936). Pávlov ela­bora la teoría del reflejo condi­cio­nado, según la cual podrían explicarse muchos de los comporta­mien­tos huma­nos.
Esta teoría sos­tie­ne lo siguiente: la mayoría de las conductas del orga­nis­mo consis­ten en reflejos incondiciona­dos, ante estímulos na­tu­ra­les. Es conoci­do el ejemplo que pre­senta el pro­pio Pávlov: ante un estímulo natural, la presen­cia de comida, un perro da una respuesta in­con­di­cio­nada: comien­za a salivar. Pues bien, el reflejo con­diciona­do se produ­ce cuando el organis­mo aso­cia a un estímulo natural, otro origi­nalmente indife­ren­te, de modo que la presencia de este último pro­vo­ca la respuesta que corresponde­ría al primero. Así, en el ejemplo anterior, si cada vez que se le lle­va la comida (estímulo natural) a un perro, se hace sonar una campanilla (estímulo indiferente) con el tiempo el perro comienza a salivar (reflejo con­diciona­do) ante el sonido de la campanilla (con­ver­tido aho­ra en un estímulo condi­cionado).
Otro psicólogo conductista cuya influencia ha si­do y es enorme es Burrhus Frederic Skinner (1904-1990). Skinner lleva a cabo una reducción de lo que se en­tien­de por conducta. Para este psicólogo, la con­duc­ta es todo tipo de ac­tividad orientada a actuar so­bre el mundo circun­dante.
Skinner descubre un ti­po nue­vo de condiciona­miento que pasará a ser co­no­cido como condiciona­miento operante. En el con­di­cio­na­miento operante el individuo es condicio­na­do a través de un proceso en el que su actuación so­bre el medio obtiene un premio que ac­túa como refuerzo de su conducta (o un castigo, que inhibe esa conducta).
Para sus ex­pe­ri­men­tos Skinner diseña la, desde entonces, co­no­ci­da como caja de Skinner. Consiste en una caja, pro­vista de una palanca u otro artilugio de fácil ma­nipulación, que accionada dejará paso a un pre­mio (por ejem­plo, comida) o un castigo (por ejemplo, una descar­ga eléc­tri­ca). En ella una rata (u otro su­je­to ex­pe­ri­men­tal) se mueve libremente. Acciden­tal­men­te accionará una palanca que deja pasar la co­mi­da. Tras va­rias repeticiones accidenta­les de esta ope­ración la rata aprende la relación palanca-co­mi­da, o palanca-descarga, tendiendo a repetir su conducta en el primer caso (premio), o a inhibirla en el segundo (castigo).

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El psicoanálisis
Esta corriente psicológica con una enorme in­fluencia en el siglo XX, incluso fuera de los ámbi­tos de la psicología, fue desarrollada por Sigmund Freud (1856-1939).
A diferencia de la corriente conductista, que considera que la psicología debe limitarse a estudiar la con­duc­ta ob­ser­vable, el psicoanálisis toma como ele­men­to central el estudio de la mente, y en concreto de los procesos inconscientes.
Este estudio es llevado a cabo des­de tres perspectivas:
(1) Una perspectiva económica: según la cual la mente humana dispone de una «energía» a su servicio que funciona como cualquier tipo de ener­gía. Es decir, puede transformarse, acumularse, bloquearse, disiparse, descargarse, etc., pero no puede aniquilarse sin más.
(2) Una perspectiva topológica: según la cual, en la mente humana cabe distinguir tres «lu­ga­res» o «instancias»: el ello, el yo y el superyó, constituidas de procesos que pueden ser inconscientes, preconscientes o conscientes.
(3) Una perspectiva dinámica: en la que se trata de analizar los fenómenos desde el punto de vista de los conflictos, deseos o defensas, ins­tin­ti­vos.
(Por su importancia en la historia general de la cultura dedicaremos una unidad entera a la exposición de esta corriente psicológica).

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Psicología humanista (Maslow y Rogers)
Durante los años 50 y 60 del siglo XX se desarrolló otra corriente psicológica, crítica con el conductismo y el psicoanálisis, y que recupera, en cierta medida, algunas de las preocupaciones de Dilthey: la psicología humanista.
El conductismo reduce a la conducta humana a sus aspectos cuantificables (medidos a partir de reacciones E-R), y deja de lado la interioridad del ser humano. El psicoanálisis pone el acento en los elementos patológicos, hasta el punto de que parece concebir al ser humano como un animal enfermo. Frente a ambas actitudes la psicología humanista pone el acento en aquello que hace humanos a los humanos: en la capacidad, y la necesidad, de elegir -esto es, en la libertad-, en la búsqueda, y creación, de sentido, etc. Evitando reducir lo humano a lo animal, que parece una constante en el conductismo y, en menor medida, el psicoanálisis.
La psicología humanista tampoco desdeña los aportes de la filosofía para tratar de entender lo humano. En especial del existencialismo (Kierkegaard, Sartre, Jaspers), de Merleau-Ponty, de Nietzsche, de Heidegger, etc.
Entre los creadores de la psicología humanista cabe destacar a Abraham Maslow (1908-1970, descubridor de la célebre «pirámide de las necesidades») y Carl Rogers (1902-1987)

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Psicología cognitiva
Es una corriente psicológica, surgida en los años 50 del siglo XX, que toma como objeto de estudio los procesos mentales (enfrentándose, en especial, con el conductismo que reducía el objeto de la psicología a la conducta observable). Tales procesos mentales son procesos cognitivos (cuyo funcionamiento se explica, a veces, por analogía con el funcionamiento de un ordenador).
Los cognitivistas sostienen, además, que la conducta está determinada por tales procesos mentales, que constituyen el modo bajo el que los individuos procesan la información y entienden el mundo en el que se desenvuelven. El contraste de nuevas informaciones con sus estructuras cognitivas previas es lo que lleva a los individuos a modificar su conducta.
Los procesos mentales en los que centra su estudio el cognitivismo son las diversas formas de razonamiento (deducción, inducción, abducción, pensamiento analógico), la toma de decisiones, la adquisición del lenguaje y la percepción.
Entre los impulsores del cognitivismo cabe mencionar a Jean Piaget (1896-1980), George Kelly (1905-1967), David Ausubel (1918-2008), Jerome Bruner (1915-2016), Herbert Simon (1916-29001), George Armitage Miller (1920-2012), Donald Broadbent (1926-1993), Endel Tulving (1927), Alan Baddeley (1934), y Ángel Rivière (1949-2000). Aunque Lev Vigotsky (1896-1934), y Frederic Bartlett (1886-1969), pueden ser considerados ya precursores de esta corriente psicológica.

3. Las disciplinas psicológicas
Tras el desarrollo de la psicología como ciencia esta adquiere una doble dimensión, como suele ser habitual en otras ciencias: teórica y práctica.

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La psicología teórica
La psicología teórica tiene como objetivo el conocimiento de los fenómenos que le son propios, que ya hemos señalado, y que pueden ser reducidos a dos tipos: estados mentales y conductas.
Para lograr este objetivo se desglosa en varias ramas o subdisciplinas:
(1) Psicología básica y experimental. Trata del estudio de los procesos psicológicos generales compartidos por todos los seres humanos, aplicando técnicas propias de la ciencia moderna. Se centra en el análisis del funcionamiento de los procesos perceptivos, de la memoria, la atención, la motivación, etc.
(2) Psicobiología. Se centra en el estudio de las bases físico-biológicas de la conducta.
(3) Psicología evolutiva. Se centra en el estudio de los cambios que sufren los humanos a lo largo de su vida. Es frecuente diferenciar ciertas etapas en este proceso. Así, Piaget diferencia cuatro etapas básicas en el desarrollo cognitivo del individuo, Köhlberg diferencia seis etapas en el desarrollo moral del individuo, etc.
(4) Psicología del aprendizaje. Se centra en el análisis de los procesos de aprendizaje. Conductistas y cognitivistas han dominado esta rama de la psicología. Los primeros se centran en analizar los cambios en las relaciones estímulo-respuesta observables. Los segundos en el análisis de cómo manejamos la información.
(5) Psicología de la personalidad. Se centra en el análisis de los factores determinantes en la constitución de la personalidad, en establecer los tipos básicos de personalidad, etc. (Un campo de debate interesante es el de aclarar qué pone la herencia -esto es, lo factores genéticos- y qué el ambiente -es decir, el aprendizaje-, en la constitución de la personalidad).
(6) Psicología social. Se centra en el análisis de las interacciones sociales, y en cómo estas modelan la personalidad de los individuos (sus estados mentales y su conducta).
(7) Psicología del arte. Se centra en el análisis de la creación y la percepción artística.

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La psicología práctica o aplicada
La psicología práctica o aplicada trata de curar los trastornos mentales o conductuales o bien de descubrir cómo sacar el mejor rendimiento de las facultades o capacidades humanas.
Para lograr este objetivo se desglosa en varias ramas o subdisciplinas:
(1) Psicología clínica y de la salud. Trata de diagnosticar y curar trastornos emocionales o conductuales. En esta rama de la psicología es donde existe quizá una mayor disparidad de procedimientos en función de la escuela a la que se adscriba en profesional. Dentro de la psicología clínica y de la salud también es frecuente la especialización en varias subramas centradas en las disfunciones sexuales, las dependencias, las alteraciones de los estados de ánimo, las relaciones familiares y de pareja, etc.
(2) Psicología laboral o del trabajo. Trata fundamentalmente de dos tipos de cosas: (a) Establecer las estrategias adecuadas para alcanzar el mejor rendimiento posible en el trabajo, teniendo en cuenta las necesidades y los intereses de los trabajadores y de la empresa. (b) La selección del personal adecuado para las funciones que va a desempeñar.
(3) Psicología físico-deportiva. Trata de desarrollar estrategias psicológicas para conseguir un mayor rendimiento de los deportistas tanto a nivel individual como de grupo (cuando se trata del funcionamiento de equipos).
(4) Psicología de la educación y el desarrollo. Se centra en el análisis del aprendizaje con el objetivo de adecuar los procedimientos a las capacidades y grado de desarrollo de los alumnos y diseñar estrategias que hagan que la relación enseñanza-aprendizaje sea eficaz y satisfactoria. (Con esta finalidad se desarrollan test, u otras técnicas de diagnóstico, para medir las capacidades de los alumnos, para detectar dificultades de aprendizaje, de convivencia, o alumnos con capacidades especiales, y se hacen propuestas adaptadas a estas situaciones).
(5) Psicología forense. Se centra en la recopilación de pruebas relacionadas con procesos judiciales (tales como tratar de determinar si un individuo miente conscientemente, si posee falsos recuerdos, si estaba bajo algún tipo de trastorno en el momento de actuar, etc.).
(6) Psicología de la intervención social. Se centra en los trastornos mentales o conductuales que afectan a la relación de las personas con la comunidad, o en los problemas de conducta, integración, etc., de determinados colectivos.
(7) Psicología ambiental. Se centra en el estudio de las relaciones del individuo con el entorno natural o social (trata temas como la habitabilidad de los entornos urbanos, etc.).
(8) Psicología de la mercadotecnia y la publicidad. Tiene por objetivo el diseño de estrategias que hagan atractivos los productos o servicios de cara a sus potenciales clientes, o a descubrir los deseos o gustos de estos para desarrollar productos, servicios o enfoques publicitarios adaptados a tales deseos o gustos.

Bibliografía
-Monroy Nasr, Zuraya y Álvarez Díaz de León, Germán (compiladores y autores): Historia de la psicología. En: http://www.psicologia.unam.mx/documentos/pdf/publicaciones/Historia_de_la_Psicologia_Unidades_1_2_y_3_Alvarez_Diaz_y_Monroy_Nars.pdf
-Molina Avilés, Jorge; Monroy Nasr, Zuraya y Bernal Álvarez, Yolanda (compiladores y autores): Historia de la psicología. En: http://www.psicologia.unam.mx/documentos/pdf/publicaciones/Historia_de_la_Psicologia_Alvarez_Diaz_Molina_Aviles_Monroy_Nasr_Bernal_Alvarez_TAD_1_sem.pdf
-https://psicologiaymente.com
-Leahey, Thomas Hardy: Historia de la psicología. Prentice Hall Iberia, S. R. L. Madrid, 1998. Disponible en: https://tuvntana.files.wordpress.com/2015/06/historia-de-la-psicologia-thomas-hardy-leahey.pdf
-Pinillos, José Luis: Principios de psicología. Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1985.
-Wolmann, Benjamin B.: Teorías y sistemas contemporáneos en psicología. Ediciones Martínez Roca, S. A. Barcelona, 1981.

Los derechos de autor de esta entrada pertenecen a D. Alejandro Bugarín Lago.
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